Una obra mil veces más valiosa

restaurador, restauradora

m.y f. Persona que tiene por oficio restaurar obras de arte u objetos de valor.

A los ojos de todo el que pasaba a su lado, no era más que un modesto objeto, empapado en olvido, relegado en una iglesia de Irlanda. La pintura, cubierta de capas de suciedad y barniz oscurecido, había perdido su esplendor original. Nadie conocía su historia ni la identidad de su creador. Sin embargo, en 1990, un experto en arte visitó la iglesia y notó algo especial en el cuadro. Convencido de que estaba ante una auténtica obra de arte, emprendió un proceso de restauración meticuloso que reveló la increíble belleza de la pintura. Se trataba de una de las obras perdidas de Caravaggio, uno de los máximos exponentes de la pintura barroca.

Esta breve historia (dramatizada con fines nobles) nos muestra que el trabajo de los restauradores puede devolver la vida a tesoros subestimados que de otro modo habrían permanecido en la sombra. Es por eso que esta historia también se trata de ti, maestro, tú eres el restaurador de una obra mil veces más valiosa: la vida de un niño.

En este artículo quiero hablarte de las tres cualidades que poseen los mejores restauradores de arte y porque son necesarias en la educación:

1. Ojos que ven el valor en medio del deterioro

Así como un restaurador experto puede mirar más allá de las capas de suciedad de una obra de arte, un maestro posee una visión especial para ver el potencial y el valor de cada estudiante, aún con todos los desafíos y dificultades que puedan presentarse.

Si eres parte de Sistema Educativo LAM sabrás lo importante que es la palabra honra en todo lo que hacemos. Creemos que los niños tienen una belleza inherente que merece ser reconocida, respetada y nutrida. Tanto el restaurador de arte como el maestro comparten la habilidad de mirar más allá de las imperfecciones aparentes, pero sólo este último puede creer en el valor profundo que Dios le ha dado a cada alumno.

2. Manos expertas que requieren habilidades y conocimientos profundos

Los restauradores dedican años de estudio y práctica para dominar las técnicas de restauración y conservación. La destreza de sus manos es fundamental para limpiar las capas de suciedad acumulada o aplicar sustancias con precisión para eliminar los estragos del tiempo, todo esto sin poner en riesgo la pintura. Es por eso que la formación continua y la pasión por su oficio son esenciales para alcanzar la excelencia.

De manera similar, en la educación, los avances tecnológicos y los nuevos enfoques pedagógicos demandan que los maestros se mantengan actualizados y continúen desarrollando sus habilidades y conocimientos. Este proceso de actualización continua es esencial para que puedan guiar a las generaciones futuras en su crecimiento, nutriendo no sólo su conocimiento, sino también su fe y carácter, preparándolos para los desafíos de un mundo en constante evolución.

3. Entender la historia y ser parte de una narrativa más grande

Cada planeación cuenta, cada lección que impartes cuenta y cuenta mucho.

Sergio Benedetti era el nombre del restaurador italiano que descubrió la pintura olvidada en aquella iglesia en Irlanda. A pesar de sus sabios ojos, la habilidad de sus manos y el entendimiento que tenía de la historia (lo que lo llevó a descubrir quién era el autor de la obra), su nombre jamás sobrepasó al de Caravaggio. ¿Por qué? Es muy sencillo: el restaurador es un narrador silencioso de historias olvidadas.  

Tú, maestro, eres parte de una historia más amplia. La gran historia de restauración de Dios con el hombre. Cada día, en tu trabajo, te enfrentas a desafíos que pueden generar una profunda desmotivación. A veces, puede parecer que tus esfuerzos pasan desapercibidos o que tus lecciones no llegan a impactar a tus estudiantes como esperabas. En medio de estas luchas diarias, recordar que tu labor como maestro no sólo es un acto en solitario, sino una pieza en el rompecabezas más grande de la historia, te mantendrá con el corazón correcto hacia tus alumnos, tus más grandes obras.

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