Terminar vs. hacer

Tengo una amiga que teje. Hace dos meses comenzó una bufanda. El invierno prácticamente ya terminó y todavía no la tiene lista. Cuando se lo comenté, ella sonrió y dijo: «Si quisiera una bufanda, iría a la tienda a comprar una. Es el “tejer” lo que disfruto. Tejer me da alegría y me relaja. Además, estará lista para el siguiente invierno». 

Esto me hizo pensar en mis propias metas. Si mi meta es terminar un libro por mes, ¿corro el riesgo de caer en la trampa de apresurarme con tal de marcar con una aspa mi lista de objetivos y perderme de los beneficios del proceso? 

Del mismo modo, los maestros caemos en la trampa de terminar y descuidar el «hacer». Cuando redactamos nuestras planeaciones diarias, semanales, mensuales o anuales, pensamos en completar tareas: llegar hasta la página 69 del libro de Ciencias, acabar la unidad 3, empezar el tema de Biodiversidad, ¡y esto nos estresa!

Cierto que tenemos un programa que se debe concluir en cierto tiempo, pero ¿será que la premura impide que nuestros alumnos aprendan? 

Para mi amiga, tejer es un pasatiempo. Sin embargo, también ha logrado crear regalos muy bellos para los que ama, entre los que me incluyo. ¿Cómo consigue tener listos los presentes sin caer en la locura? No usa la frase: terminar la bufanda para tal fecha, sino tejer todos los días veinte minutos. Y a la larga, la bufanda queda lista. 

Me parece un buen consejo para los que educamos. Si bien en ciertas ocasiones los temarios parecen interminables, nuestro principal objetivo es educar. Queremos alumnos que amen las materias, que disfruten el proceso de aprendizaje, que se enamoren de las letras, que se emocionen por las Matemáticas, que se inviten a sí mismos a descubrir cosas nuevas. 

¿Y cómo? A través del tiempo que invertimos «haciendo». Mi hijo está aprendiendo una pieza musical bastante compleja. Su maestro le dio un buen consejo: practica todos los días quince minutos. Si él viera la titánica tarea como algo a completar, seguramente ya se habría frustrado. Quince minutos, sin embargo, no parecen mucho, y ha notado un considerable avance.

Recordemos que aprender/hacer es más importante que terminar, porque a final de cuentas, si hacemos un poco todos los días, ¡cumplimos con la meta! Y cuando nos deshacemos del estrés de completar tareas, disfrutamos el momento. ¿Cómo entonces balancear el acto de abarcar un programa y educar a los alumnos, dos metas que parecen tan excluyentes la una de la otra? Una palabra nos puede ayudar: constancia

Quizá la clave está en cómo expresamos nuestros objetivos. Hablar de metas nos puede desanimar, pero pensar en el tiempo que se invierte en «hacer» nos lleva a un aprendizaje significativo. Por ejemplo, en vez de escribir: «terminar el tema de la división para fin de mes», pensemos: «realizar cinco divisiones todos los días». En vez de: «terminar el libro para marzo», simplifiquemos: «voy a leer al grupo diez minutos todos los días». 

¿Qué de las Ciencias, Historia y Geografía? Nuevamente usemos el factor tiempo. Quizá te funciona que cada semana tus alumnos pasen tres horas en el fascinante mundo de las Ciencias. Una hora quizá la dediques a la teoría, pero no olvides que un experimento en clase les enseña más sobre el proceso científico que escribir un resumen de los estados del agua. 

Si cada semana dedicas tiempo a la Historia, y les das la oportunidad de preguntar, discutir y vivir los sucesos históricos, tu constancia permitirá que concluyan el extenso programa, pero, sobre todo, lograrás que tus alumnos conecten el pasado con el presente. 

Piensa por un momento en tu plan del día de hoy. ¿En qué están trabajando tus hijos (si haces escuela en casa) o tus alumnos? ¿Cómo puedes cambiar tu mentalidad por «terminar tal y tal página» por «vamos a enfocarnos en el hacer» (practicar cinco multiplicaciones, escribir tres oraciones completas, elaborar un diagrama de las partes de la planta o analizar la Ruta de la Seda)? ¿Sientes una diferencia en los sentimientos que esto te produce? Tal vez sea el camino que necesitamos para deshacernos de una pesada carga y abrir la puerta para un aprendizaje constante y significativo.

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