Un verano de fábula
Se acerca el verano y quizá como padre de familia te preguntas qué hacer. Seguramente tienes planes vacacionales o piensas apuntar a tus hijos a un curso de verano.
Se acerca el verano y quizá como padre de familia te preguntas qué hacer. Seguramente tienes planes vacacionales o piensas apuntar a tus hijos a un curso de verano.
Antes que te desconectes, no, no es una clase de Lenguaje al cien por ciento, aunque no estaría mal que repasáramos los pronombres. En resumen, los pronombres son palabras que remplazan al sustantivo en una oración.
Los doctores nos lo dicen, los maestros lo repiten, la lógica lo dicta; entonces, ¿por qué seguimos siendo desordenados con el sueño? ¿Por qué los niños siguen yéndose a la cama a la medianoche si al otro día deben despertar a las 7? ¿Por qué nosotros los adultos tenemos menos de seis horas de sueño y decimos que no importa?
¿Te ha pasado que tus alumnos leen un texto y no lo entienden? Seguramente también te ha ocurrido con un párrafo cibernético que está mal redactado, o un libro que utiliza un vocabulario elevado que te hace titubear. ¿Acaso no es frustrante esa sensación? ¿Qué necesitamos?
Tengo una amiga que teje. Hace dos meses comenzó una bufanda. El invierno prácticamente ya terminó y todavía no la tiene lista. Cuando se lo comenté, ella sonrió y dijo: «Si quisiera una bufanda, iría a la tienda a comprar una. Es el “tejer” lo que disfruto. Tejer me da alegría y me relaja. Además, estará lista para el siguiente invierno».
Si pudiera enseñar todas las materias pero no amara a mis alumnos, yo solo sería un metal ruidoso o un címbalo que resuena.
Si tuviera la mejor didáctica y entendiera todos los nuevos descubrimientos de la ciencia y contara con todo el conocimiento, y si tuviera una fe que me hiciera capaz de abrir muchas escuelas, pero no amara a mis colegas, yo no sería nada.
En la película de La Novicia Rebelde, Julie Andrews canta sobre las pequeñas cosas que la hacen sentirse bien, como los bigotes de los gatitos, las teteras de cobre brillante y las gotas de lluvia sobre las rosas. Ciertamente todos nos alegramos por las grandes conquistas, pero estas se logran a través de las pequeñas prácticas.
¿Has usado la música clásica en el salón de clases? ¿Te gustaría intentarlo?
Si bien la música clásica en sí misma no aumenta las capacidades cognitivas, sí ofrece un estímulo que puede ser clave para mejorar el estado de ánimo y la concentración, para fomentar la creatividad y para desarrollar el gusto musical. Por todo esto, te proponemos algunas ideas prácticas sobre cómo puedes introducir piezas clásicas en el salón de clases.
«¡Hola! Soy Crispina Crédula y me creo todo lo que veo en la televisión y el internet; de hecho, no pierdo el tiempo indagando si es verdad o no. De todos modos, siempre habrá alguien que haga las cosas por mí, incluso las tareas».