¿Para quién corres?

El hierro se afila con hierro, y el hombre con el trato con el hombre.

Proverbios 27:17

Sólo habíamos corrido medio kilómetro cuando mi respiración ya anunciaba que esto, mi salida nocturna a correr, había sido una muy muy mala idea. «¿Por qué correr se considera un deporte en primer lugar?», pensaba mientras me seguía lamentando por mi terrible condición. Volteé a la izquierda y, como lo imaginaba, Natalia estaba tan tranquila como cuando comenzamos. No quería retrasarla, así que de inmediato me detuve, entre rápidos intentos de obtener el oxígeno que me faltaba, para decirle que siguiera sin mí. Se detuvo. Le repetí que podía seguir, creyendo que no me había escuchado la primera vez. «Está bien, salimos a correr juntas». No lo dijo por obligación y eso me incomodó más que si lo hubiera hecho. Ella caminó conmigo lo que restaba del kilómetro y me enseñó cómo dejar de respirar por la boca. Después comenzamos a trotar y caminar intercaladamente. «La meta de hoy serán dos kilómetros solamente», me dijo muy tranquila. No lo entendía, pero la escena me conmovió profundamente. La había visto correr seis días a la semana desde hace cuatro meses. Incluso cuando llegábamos tarde a casa como hoy, para ella parecía ser muy importante correr cinco kilómetros. Un mes después me enteraría que una de sus metas durante los meses que vivimos juntas era vencer su tiempo personal para un maratón que se llevaba a cabo en su ciudad. Pero no fue lo más importante ese día; ni las siguientes tres semanas que me invitó a seguir entrenando con ella.

Tuvieron que pasar muchos años y algunas desagradables situaciones para que entendiera por qué la actitud de Natalia, antes de conmoverme, me incomodó. Ese no era el primer acto de amabilidad que presenciaba en mi vida. No había vivido en un contexto hostil que me hiciera desconfiar de todos. Al contrario, había crecido en la iglesia.

Pero resaltó, entre tantos momentos de cordial amabilidad, porque ella fue honesta en su deseo de verme mejorar en algo que estaba en sus manos, es decir, estuvo dispuesta a pagar un precio para que yo creciera. Me atrevo a decir que la mayoría de las personas, creyentes y no creyentes, hubieran seguido corriendo cuando yo me detuve (traslade este ejemplo deportivo a cualquier otro ámbito).

Si ayudamos sólo hasta el punto en que nuestro bienestar personal no se vea afectado, ¿estamos ayudando verdaderamente? Y es por eso que utilicé gran parte de este espacio para explicar la anécdota anterior. Ahora es el momento perfecto de presentar el tema de este artículo: México no sabe trabajar en equipo. Corrección. A México no se le ha enseñado a trabajar en equipo y ese es un tema que le compete directamente a la educación, a los maestros y padres educadores. 

Para Juan Amós Comenio las escuelas no eran sólo para aprender a pensar con sabiduría o hablar con propiedad, se trataba también de impartir las virtudes más valiosas, entre ellas actuar con honestidad. Y esto no se refiere a enseñar al estudiante a respetar los objetos personales de sus compañeros, es mucho más profundo. Para el autor de Didáctica Magna era una virtud que nos eleva sobre todas las criaturas y nos acerca más a Dios.

Significa que somos honestos con la nueva naturaleza que se nos ha dado. ¡Qué cosa más extraña y fuera de este mundo! Mi padre siempre dijo que un líder se engrandece cuando enseña, delega y confía. No lo hace un tonto dar todo lo que puede ofrecer aunque corra el riesgo de ser defraudado, se engrandece. Jim Elliot lo decía de la siguiente manera: «No es un tonto aquel que da lo que no puede retener, con tal de ganar lo que no puede perder».

Quizá te preguntarás, ¿cómo puede un hombre o una mujer aprender a trabajar en equipo? ¿Cómo es que la escuela podría ayudarlo a conseguirlo? Repasemos lo dicho por Kirsty Arnison, directora de marketing de Beau Soleil:

«Hemos aprendido que la voluntad y el atrevimiento se revelan en las dificultades. Los líderes del futuro que estamos formando habrán experimentado y superado retos académicos, sociales, físicos, mentales y habrán aprendido a confiar en los demás. (…) Estamos seguros de que la interacción cara a cara es crucial para que nuestros estudiantes se fortalezcan con el trabajo en equipo, den pasos adelante y lideren cuando una situación lo exija».

Esta mujer está hablando de la forma de trabajar de uno de los internados más reconocidos en Suiza. Así se vive la excelencia, es el título con el que un sitio en línea describe cómo se están formando a los líderes del futuro en el Beau Soleil después de la pandemia. Sé que la palabra internado puede tener una connotación negativa en nuestro país, pero su modo de operar está lleno de oportunidades para crecer.

Arnison considera el trabajo en equipo como una fortaleza. ¿Qué alcances tendría crear espacios en los que los estudiantes aprendan a discutir, negociar y fraternizar con personas fuera de su círculo familiar, es decir, con un contexto y forma de hacer las cosas completamente diferente?

No hablamos simplemente de proyectos en equipo a finales del año escolar, el espacio no me alcanza para  mencionar  los ejemplos de crecimiento de la convivencia diaria y permanente con un grupo que persigue un mismo fin. Piénsalo, es como una realidad virtual, por lo segura y controlada, de las conversaciones y retos que les esperan en el mundo real. 

Sé que el escenario que propongo no es una realidad hoy, pero te animo a que seas intencional en promover actividades que enseñen a tus alumnos a defender su punto de vista, negociar, aprender a decir NO, practicar la asertividad y sobre todo, el trabajo en equipo.

No se está hablando sólo de conocimiento si no de habilidades sociales, al igual que Comenio defendía las virtudes del carácter y la disciplina a la par del conocimiento. No puedo decir que con el tiempo me he vuelto la mejor corredora de la ciudad. Pero ya no me permito pensar que es una tontería.

«¿Para quién corres?», he aprendido a preguntarme desde aquel día. Y sí, a veces es decepcionante cuántas veces sólo estoy intentando batir una marca personal. No es una pregunta que deba tomarse a la ligera en un mundo cada vez más obsesionado consigo mismo.

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