¡No prestan atención!

Seguramente te ha pasado. Te encuentras explicando cómo funciona la suma cuando alguien levanta la mano. Le cedes la palabra pensando que hará alguna pregunta pertinente, pero el estudiante dice: «Maestra, ayer le sacaron una muela a mi hermano». O quizá, mientras describes la diferencia entre los artículos definidos e indefinidos, notas varios pares de ojos recorriendo las paredes y el techo, ¡menos el pizarrón!

Charlotte Mason, una educadora y reformadora británica de finales del siglo XIX, dijo: «Ningún hábito intelectual es tan valioso como la atención». ¿Y por qué es tan importante la atención? Porque donde pongas tu atención dirigirás tus esfuerzos y, a la larga, tus afectos.

Sin embargo, en esta época tan complicada donde uno de los principales problemas es, precisamente, el déficit de atención, ¿cómo podemos ayudar a nuestros alumnos a ser atentos? Te proponemos algunas ideas.

En primer lugar, hablemos de la atención. En otras palabras, enseñemos la definición y la importancia de esta práctica para el estudio. La atención se puede explicar como el «concentrarnos en una persona o tarea delante de nosotros». La palabra concentrar se puede representar con el centro del blanco en el que debe caer una flecha. En arquería, si miras a todos lados, y no apuntas al centro, nunca lograrás triunfar. 

Por lo tanto, cada vez que nos paremos delante de la clase o demos instrucciones para que resuelvan un ejercicio, invitemos a los alumnos a ponerse de pie y estirarse, mover la cabeza de un lado a otro, y luego propongamos una frase como esta: «Ahora me voy a concentrar en lo que tengo delante».

Segundo, los ojos importan. En el lugar donde estén tus ojos, ahí se enfocará tu atención, como cuando usas el lente de una cámara. Muchas veces los ojos se encuentran cansados, así que revisemos que los alumnos duerman las horas necesarias. Pero también, podemos ayudarles a centrar su atención con la mirada.

Si quieres que te miren a ti, sonríe y muévete; no te quedes estático; apasiónate por el tema. Si deben mirar al pizarrón, usa colores diversos, escribe con buena caligrafía e incluye dibujos de vez en cuando. Si deben mirar al cuaderno o al libro, ayúdales a encontrar el lugar indicado. Puedes decir: «Observen la imagen de la pirámide. ¿Ya vieron el león que camina entre las piedras? Con nuestro dedo, señalemos la pregunta número 3, ahí es donde vamos a responder».

Tercero, la postura ayuda. Revisa cómo se sientan tus alumnos. Quizá algunos se distraen porque deben girar su cabeza de un modo molesto para mirar el pizarrón. Permite que acomoden las sillas de modo que todos estén de frente, sin lastimarse, y con los pies bien plantados en el suelo.

Revisa que tengan espacio para escribir, para mover el lápiz y para descansar bien los pies. Todo esto ayuda a que la atención vaya a la tarea, y no a evitar la incomodidad corporal por una mala ubicación o postura.

Cuarto, recuerda que la atención de todos los seres humanos es breve. Mantén tus lecciones cortas. Los alumnos deben recibir información en trozos cortos, y pasar el resto del tiempo haciendo conexiones y experimentado con el conocimiento. Si percibes que el grupo se inquieta, quizá debas cambiar de actividad o ponerlos a respirar profundo o abrir ventanas.

Parte de tu planeación debe incluir tiempos. ¿Cuánto pueden tus alumnos trabajar en alguna tarea sin distraerse? 

Finalmente, ¿te ha pasado que alguien te dice: «Es que no me estás poniendo atención»? Como toda virtud, modela la atención a tus alumnos. Esto implica mirar a los ojos a tus alumnos cuando te estén hablando. Percibe los pequeños detalles cuando los observes. ¿Están bien sentados? ¿Hay suficiente luz en el aula? ¿Tienen buena ventilación? ¿Qué te indica su postura?

Cuando algo capture la atención de tus alumnos, aprovecha el momento. Profundiza. Haz preguntas. Indaga. Y, además, escucha, escucha, escucha. Prestamos atención con los ojos, pero también con los oídos. Sobre todo, ¡suelta el teléfono! 

Te reto a que busques en los Evangelios lo que Jesús hizo para prestar atención. Muchas veces leemos que antes de hablar, miró a los discípulos, o a los fariseos o a los enfermos. En otras ocasiones, su postura mostró atención: se inclinó, se sentó, se puso de pie. Además, puedes percibir la brevedad de sus parábolas. En pocas palabras, ¡dijo mucho! Y también usó la palabra atención vez tras vez para ayudarnos a escuchar. 

Así que concluimos con sus palabras: «Presten mucha atención a lo que oyen. Cuanto más atentamente escuchen, tanto más entendimiento les será dado, y se les dará aún más». Marcos 4:24 NTV.

¡Prestemos atención!

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