Los amigos de la lectura de comprensión

¿Te ha pasado que tus alumnos leen un texto y no lo entienden? Seguramente también te ha ocurrido con un párrafo cibernético que está mal redactado, o un libro que utiliza un vocabulario elevado que te hace titubear. ¿Acaso no es frustrante esa sensación? ¿Qué necesitamos?

En primer lugar, recordemos que el primer paso para aprender es observar. A través de los sentidos recibimos información de nuestro entorno y la vamos decodificando para el segundo paso que es, precisamente, la comprensión, la que responde a esta pregunta: ¿Qué significa aquello que vemos, tocamos, probamos, olemos o escuchamos? 

Sin embargo, cuando se trata de textos, pensamos que esto funciona de otra manera, pero ¡no es así! Al leer, también observamos letras sobre una pantalla o el papel. Entonces los engranajes de nuestro cerebro comienzan a girar con rapidez y transforman esos signos en letras que se combinan con sonidos y forman palabras, oraciones y párrafos. 

Entonces viene la comprensión. ¿Sabías que la comprensión lectora involucra un diálogo? ¡Sí! La lectura es conversar con el autor y cuestionar lo que dice, aclarar lo que propone y recrear lo que describe. Mientras leemos interrogamos, indagamos e interpretamos; luego repasamos lo que sabemos para que encaje con lo que el autor declara y la lectura cobre sentido. 

En otras palabras, el buen lector formula preguntas todo el tiempo. ¿Y qué tipo de preguntas? El escritor Rudyard Kipling lo resumió en un poema escrito en 1902 de esta manera: 

«Seis honrados servidores me enseñaron cuanto sé; sus nombres son cómo, cuándo, dónde, qué, quién y por qué». 

De hecho, Kipling termina el poema con una nota humorística y hace referencia a su hija quién tiene diez millones de servidores: un millón de cómos, dos millones de dóndes y siete millones de por qués. 

¿No son los niños insaciables en sus preguntas? No permitamos que pierdan esta costumbre cuando comiencen a interactuar con textos escritos. ¿Cómo hacerlo? Al principio, deberemos hacer estas prácticas «visibles» hasta que se conviertan en un patrón natural en las mentes de nuestros pequeños lectores. 

En preescolar, cuando leas o cuentes un libro, détente y pregunta: ¿Qué está pasando? ¿De quién se trata la historia? ¿Dónde están? ¿Qué pasa primero, qué pasa en medio, qué pasa al final? ¿Por qué eligió tal o cual cosa el personaje principal? ¿Por qué el autor quiso contar esta historia? ¿Cuál es el mensaje oculto? 

En primaria, cuando ellos empiecen a leer en silencio, sigamos con las preguntas en grupo: ¿De qué trata el texto? ¿Qué dice? ¿Por qué lo incluyeron en el libro? ¿Dónde sucede la historia? ¿Qué personajes en esta época histórica son más relevantes? ¿Qué crees que opinarían los que perdieron la guerra si sólo leemos las notas de los que ganaron? ¿Qué dudas surgen del texto científico? ¿Qué datos sería bueno comprobar?

En secundaria esperamos que los alumnos ya tengan este hábito formado y constantemente formulen preguntas, pero las conversaciones en el salón de clases deben continuarse para reforzar el patrón. Podemos ayudarlos con preguntas más complicadas: Si ellos fueran los escritores, ¿qué añadirían, o qué eliminarían, o qué cambiarían? ¿Por qué? En esta etapa, también los estudiantes deben empezar a preguntar cosas de las que no saben la respuesta. Por ejemplo, el autor dice esto, pero yo quisiera saber más sobre esto otro.

En esta ocasión te compartiremos algunas preguntas que puedes usar con tus estudiantes para modelar lo que ya hemos explicado. 

Antes de leer, puedes preguntar: 

  1. Sólo leyendo el título (o viendo la portada), ¿de qué crees que trate el texto?
  2. ¿Qué crees que pase en la historia? 
  3. ¿Qué cosas ya sabes sobre el tema?
  4. ¿Cómo crees que termine el libro? 
  5. ¿Qué dudas tienes sobre el tema?

 

Durante la lectura: 

  1. ¿Por qué crees que empezó así el texto?
  2. ¿Cómo se siente el personaje? ¿Cómo lo sabes?
  3. ¿Qué detalles te parecen interesantes?
  4. ¿Qué pasará a continuación?
  5. ¿Cómo aportan las ilustraciones al texto?

 

Al finalizar la lectura:

  1. ¿Qué aprendiste de la lectura?
  2. ¿Qué opinas del texto? 
  3. ¿Cómo resumirías el texto en tres oraciones?
  4. ¿Cuál fue tu parte favorita? 
  5. ¿Qué te sorprendió del texto?

 

Al ir avanzando en el mundo de las letras, los estudiantes se toparán con textos más complicados. Muchos de ellos querrán desistir, pero no lo permitamos. Como dicen los autores Adler y Van Doren en su libro Cómo leer un libro (How to Read a Book): «Si lees para ser un mejor lector, no debes leer cualquier libro o artículo. No mejorarás si sólo lees libros según tu capacidad. Debes lidiar con libros que están más arriba de ti… Sólo dichos libros estirarán tu mente. Y si no la estiras o ejercitas, no aprendes». 

Así que, pidamos a los seis y más servidores (preguntas) que aparezcan cuando leamos, y seamos mejores lectores cada día. Al mismo tiempo, enseñemos a nuestros alumnos a dialogar con los libros, no sólo para aprender más y mejor, sino para madurar, crecer y expandir su mundo. 

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