La vida en comunidad es generosidad

La relación de la santísima trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo nos muestra que fuimos creados para vivir en sociedad. Dios desea conexiones en nuestras vidas que bendigan al próximo y expresen su gloria. 

Somos seres relacionales por el diseño original en nuestras vidas; el simple hecho de participar en una plática es algo que viene incluido en nuestro ADN. Desde corta edad, un bebé empieza a balbucear con sus padres y hermanos, por ende, es la familia el espacio seguro donde se dan los primeros pasos para aprender el significado de comunidad. Padre de familia, es de vital importancia inculcar en los niños la prontitud y el buen deseo de ser útil a los demás.

Nuestra corrompida naturaleza nos invita a un vicio, el egoísmo, por el cual todos piensan en su propio provecho sin tener presente el interés de los demás. De aquí se origina mucha confusión en las cosas humanas, por cuanto uno tiene solamente cuidado de sus cosas posponiendo el bien público. Por lo tanto, es necesario infundir con firmeza desde la niñez el conocimiento del fin de nuestra vida; esto es, que no hemos nacido para estar solos, sino para Dios y el semejante, es decir para la sociedad del género humano, con el fin de que, persuadidos de ello, se acostumbren a imitar al Señor, al sol, a la naturaleza, procurando ser de utilidad a los demás.

Imagínate a un México donde todos aspiraran al bien común, donde cada uno supiera y quisiera ayudar a los demás en todo. Maestro, este sueño se puede alcanzar con tu lealtad. «Esta es vuestra vocación celestial, que la confianza de los padres que nos entregan a sus prendas queridas, sea fuego para vuestros huesos».

Juan Amós Comenio llamó a la escuela «taller de hombres». Este es el lugar perfecto para que docentes, alumnos y padres de familia vivan en una comunidad que instruya a los niños en virtud, erudición y piedad que los guíe al propósito de Dios.

Educadores, recuerden la remuneración del Señor que promete a sus siervos buenos y fieles, que saben negociar los talentos encomendados para ganar otro más, y como amenaza a los que esconden en la tierra sus talentos. Educar es procurar la formación y el mejoramiento del alumno. Tenemos el fin común de reconstruir escuelas (Nehemías), si tienes intención de responder a tu vocación, a aquel que te llamó de tinieblas a su luz admirable y a aquellos a quienes has sido enviado, estarás obligado no sólo a servir a Dios, a la iglesia y la patria, sino procurar con empeño que haya quienes hagan lo mismo después de ti. Debes pensar que el Señor no solamente encomendó a Pedro sus ovejas, sino que le encargó que las apacentara.

En esta comunidad de la escuela. Los niños abren su entendimiento y de su interior brotan arroyos como fuente de agua viva, de modo que cada uno pueda saber, no solamente lo que aprenda, si no más de lo que aprenda; esto es no solamente reproduciendo lo que los maestros les enseñan, sino juzgando él mismo las cosas por sus principios.

Como hay que pasar la vida hablando y trabajando, deben enseñarse a los niños a soportar la presencia de los hombres y los trabajos honestos para convertirse en carga útil para la tierra. La virtud se fomentará con hechos, no con palabras. La honesta desenvoltura se consigue con el trato frecuente con personas honradas y la ejecución en su presencia de todo lo que nos sea ordenado.

Así fue educado Alejandro Magno por Aristóteles, de tal modo que, a los doce años de edad, estaba acostumbrado a tratar con reyes, doctos e indoctos, urbanos, campesinos, artesanos, etc. Para imitar esto en nuestra educación general, debe enseñarse a todos la manera de conversar y practicarla a menudo.

Padres de familia, pedagogos, si vivimos en la revelación de que nuestras vidas son para los demás y le damos a nuestros niños una comunidad donde se le entreguen a Dios, todas las primicias de sus pensamientos, lenguaje, movimientos y acciones estaremos plantando y regando las plantitas del paraíso. Recuerden que Cristo prometió habitar en medio de nosotros si nos juntamos en su nombre (Mateo 18:20).

Desde el Jardín del Edén a la fecha pertenecemos a una comunidad, creo que aún en el cielo lo haremos. ¿Por qué no practicar y gozar con júbilo desde ya este gran privilegio que nos ha encomendado Dios? Te animo a que medites en esto y traigas a tu memoria aquellas ocasiones en que fuiste bendecido por algunas conexiones divinas que probablemente te abrieron algunas puertas. A eso le llamo, generosidad del Señor a través de una comunidad.

¡La vida en comunidad es generosidad porque así le ha placido a nuestro Padre!

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