La mejor escuela de valores: los libros

Treinta y siete padres con sus hijos de 5 a 12 años se inscribieron este año para participar de un club de lectura virtual al que titulamos: «La Magia de Leer». Decidimos leer un breve libro, escrito por una autora mexicana, llamado Más Aventuras de Nachito, por Editorial Milamex. 

Mi hija y yo decidimos participar y comenzamos a leer un cuento por semana antes de dormir. Ya que mi hijo preadolescente se encontraba cerca, los escuchó también. De hecho, el libro se compone por capítulos breves, en un contexto de escuelas mexicanas probablemente de los ochenta en un pueblito en Michoacán. Sin embargo, en estas cinco semanas, Nachito se ha convertido en un amigo, un mentor y un compañero, que no sólo ha despertado nuestra imaginación, sino que nos ha enseñado a ser agradecidos, a cuidar de nuestras mascotas y a no juzgar a otros en base a su apariencia, entre otras cosas.

Si como madre me hubiera propuesto enseñar los valores de la gratitud, la aceptación y el cuidado a mis hijos, probablemente mis palabras habrían entrado por un oído y salido por el otro. Por lo tanto, Nachito ha sido mi mejor aliado y maestro.  

Entre la magia que surge de los libros, en especial de las historias clásicas o bien escritas, se encuentra la exposición a los valores más sublimes de la humanidad. Erich Fromm, en El arte de amar, escribió que los niños tienen dos necesidades básicas: la leche y la miel. La leche se compone de los cuidados físicos que podemos dar a un pequeño que requiere lavarse los dientes, comer sanamente y dormir las horas suficientes. La miel, por su parte, simboliza la dulzura de la vida, ese algo que alimenta y nutre, pero que al mismo tiempo resulta delicioso; y eso, se encuentra en los libros.

¿Deseamos alumnos e hijos que vivan con rectitud y valoren las virtudes divinas como la meta a alcanzar? Leamos con ellos. En las historias encontrarán ejemplos de heroísmo y convicción, valentía y sacrificio. ¿Y qué leer? ¿Qué libros elegir? C.S. Lewis dijo que ningún libro que no vale la pena a los diez años, valdrá la pena a los 50. Aunque la literatura infantil abarca hoy un segmento comercial muy importante, los mejores libros siguen siendo los clásicos que tanto los padres como los hijos disfrutan. 

¿Y cómo se entra a esta escuela de valores?

En primer lugar, se consiguen los libros. Se acude a las librerías digitales o físicas y se adquieren ejemplares, de preferencia coloridos y atractivos, de las buenas historias que han pasado la prueba del tiempo. De hecho, he visitado muchas librerías de libros usados donde he encontrado la mejor de la miel a precios económicos. 

Segundo, se aparta un tiempo para leer. Para los padres, pudiera ser antes de dormir. Para los profesores, ¿qué tal los diez minutos antes de la salida cuando ya todos estamos cansados? Recuerdo aquel grupo de preescolares que no prestaba atención al timbre de llamada por querer saber qué pasó en el libro en turno.

Tercero, se lee en voz alta. La mejor lectura crea lazos afectivos. Leer a los más pequeños nos une de una manera muy especial pues crea conexiones que no se borrarán con el tiempo y nos da un cierto grado de complicidad. Mis hijos y yo sólo tenemos que mirarnos y decir: «Acuérdate de Nachito», para robarnos una sonrisa e intercambiar un mensaje. 

Cuarto, se deja que el libro hable. Como adultos, no necesitamos decir más al cerrar la tapa del libro. El libro lo ha dicho todo, y los personajes han reflejado, a través de su conducta, lo que debemos o no imitar. Aún más, el libro nos ha regalado vocabulario y el mejor ejercicio para la imaginación.

Tantos libros, tantos valores, tantas historias. 

De Winnie Pooh aprendí que los de pequeño cerebro logramos grandes cosas cuando estamos dispuestos a escuchar. (Y también que siempre es un buen momento para un tentempié o un bocadillo). 

En Anne de las Tejas Verdes encontré una compañera de aventuras, con un cariño por los demás y un vocabulario extraordinario. (Todavía hoy me parece que me intimidaría un poco conversar con ella y llevarle el paso). 

Desde el Rey Arturo hasta el Hobbit, he mirado la vida a través del lente de la aventura, la que requiere de personajes valientes y con profundas convicciones. (Como Bilbo Baggins, quizá soy una pequeñita en un mundo demasiado grande, pero ¿acaso no son los más insignificantes quienes logran grandes cosas?)

Los libros de Tolkien, C.S. Lewis, G.K. Chesterton, George MacDonald y Elizabeth Goudge me han acercado más a la fe. Jamás olvidaré el impacto que Dostoyevski tuvo en mi adolescencia, cuando empecé a dudar de tantas cosas y encontré en sus personajes mis preguntas, pero también la fortaleza para enfrentarlas. ¿Qué decir de Tolstoi, Dickens, Rulfo y Víctor Hugo? 

Tantos maestros allá afuera, tantas lecciones por aprender, ¡y de una manera tan divertida y estimulante! ¿Por dónde empezar? Por el primer libro. Treinta y siete familias decidimos comenzar con las aventuras de un pequeño llamado Nachito, y ¿te confieso algo? No lo olvidaremos jamás.

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