«¡Hola! Soy Crispina Crédula y me creo todo lo que veo en la televisión y el internet; de hecho, no pierdo el tiempo indagando si es verdad o no. De todos modos, siempre habrá alguien que haga las cosas por mí, incluso las tareas. Mi frase preferida es: “No puedo”, y entonces aparece el maestro o alguno de mis padres para solucionar el asunto».
«Yo soy Mani Manipulador. A diferencia de Crispina, pienso mucho, pero en cómo salir de mis aprietos y conseguir lo que quiero. Muchas veces también digo que no puedo hacer algo, pero sólo para salirme con la mía, como cuando distraigo a la maestra con preguntas tontas que nos desvían de Matemáticas».
«Soy Sofía Pensante. No tengo las mejores calificaciones, pero paso mucho tiempo tratando de comprender el mundo en el que vivo, e incluso a mí misma. No creo todo lo que veo en internet. Tampoco me gusta juzgar a los demás cuando no sé cómo viven o qué sienten. Sin embargo, me gustaría que mis maestros tomaran más tiempo de la clase para, sencillamente, pensar».
¿Cuántos alumnos como Crispina tienes en clase? ¿Y como Mani o Sofía? Probablemente la mayoría de nuestros estudiantes sean una combinación de los tres, con algún porcentaje mayor de un estilo. Sin embargo, todos anhelamos estudiantes que amen el conocimiento y aprendan a pensar, pero ¿cómo ayudarlos?
En esta ocasión, analicemos cinco prácticas intelectuales que podemos ir trabajando con nuestros alumnos durante clases para ayudarles a pensar mejor. De hecho, podemos hacer carteles para las paredes con las preguntas pertinentes para que las tengan a la mano. ¿Cuáles son? Aquí te las presentamos con un resumen de lo que implican, preguntas para autoanálisis y un ejemplo en el aula.
1. Sé claro; pide claridad
¿Puedes resumir en un enunciado lo que quieres decir? ¿Puedes poner ejemplos de tu punto de vista? ¿Entiendes lo que estás escuchando o leyendo?
Algunas frases para ayudarte: «Lo que quiero decir es… ¿Me puedes explicar lo que intentas decir? Me siento un poco confundido. Creo que esto es lo que quieres decir… ¿Estoy en lo correcto?»
Dice Crispina: «No entiendo el problema de Matemáticas». El maestro pregunta: «¿Ya leíste con atención? Subraya la pregunta que te hacen. Repite el problema con tus propias palabras y veamos si es lo mismo que los autores escribieron. ¿Qué información crees que debes encontrar?»
3. Sé relevante; mantén el rumbo de la conversación
Revisa que todo apunte a resolver el problema en cuestión o responder a la pregunta hecha. Pide a otros que hagan lo mismo.
Algunas frases para ayudarte: «¿Cómo encaja esta información con el problema o la pregunta a responder? ¿Qué nos ayudará a resolver la cuestión? Lo que estoy escribiendo o diciendo, ¿se relaciona con el tema?»
Dice Mani: «Sí, maestro, Benito Juárez fue oaxaqueño. El queso Oaxaca es muy rico». El maestro pregunta: «¿Y por qué se llama queso Oaxaca? ¿Tiene relación con Benito Juárez o con el lugar donde nació? ¿Sabías que a ese queso también se le conoce como quesillo o queso de hebra? Lo que me recuerda que a Benito Juárez también se le conoce con otro título. ¿Alguien sabe cuál? ¡Sí! ¡Benemérito de las Américas! ¿Qué crees que significa “benemérito”, Mani?»
4. Sé lógico; revisa que todo encaje
Cuando todo encaja, como en un rompecabezas, vamos por buen camino.
Algunas frases para ayudarte: «Esto no tiene ni pies ni cabeza; ¿empezamos de nuevo? Este enunciado no parece pertenecer a este párrafo; ¿dónde lo pongo? ¿lo quito? Esta conclusión no parece solucionar el problema. ¿Me puedes explicar tu lógica?».
Escribe Sofía sobre Cómo ser un mejor deportista: «Los mejores jugadores de la NBA miden más de 2 metros. Ser alto te ayuda a ser mejor deportista». El maestro pregunta: «¿Existen deportistas de menor estatura? Entonces, los que no medimos dos metros, ¿a qué podemos aspirar? ¿Es la altura algo que heredamos o logramos por nuestros esfuerzos? ¿Cuál es tu conclusión? ¿Respondes a la pregunta?»
5. Sé imparcial; considera a los demás
Cuando consideramos las opiniones y los sentimientos de otros, mostramos honestidad intelectual.
Algunas frases para ayudarte: «¿Estoy pensando sólo en mí? ¿He considerado lo que otros opinan del asunto? ¿He considerado los sentimientos de los demás?»
Escribe Mani: «En 130 de los 183 días de abril a septiembre de 1816, llovió en Suiza. Supongo que si hubiera sido Mary Shelley también hubiera escrito un libro por aburrimiento. No había internet. Aunque sí me hubiera gustado oír historias de terror. Pero no me habría gustado vivir en esa época». El maestro pregunta: «¿El ensayo trata sobre tus gustos o sobre la vida de Mary Shelley? ¿Sabías que ella y otros intelectuales compartían historias de fantasmas? ¿Crees que Mary Shelley se inspiró en estos días lluviosos para escribir Frankenstein? Me parece que el aburrimiento es necesario para crear cosas nuevas e interesantes. ¿Cómo puedes mejorar tu escrito y ponerte en los zapatos de Mary Shelley? ¿Qué habrá sentido al escribir esos primeros capítulos de su novela mirando la lluvia por la ventana?»
Seguramente hemos practicado algún deporte. La única manera de mejorar es haciéndolo una y otra vez. Por tal motivo, el entrenador quizá nos pida encestar el balón, no una, sino muchas veces. Del mismo modo, pensar se ejercita por medio de preguntas, muchas preguntas. ¿Toma tiempo? Sí. ¿Requiere esfuerzo de parte del docente? Sí.
Sin embargo, nos mueve el amor. Queremos ayudar a Crispina Crédula a no conformarse con mentiras ni dejar que los demás piensen por ella, sino a convertirla en Crispina Creativa, una niña que pregunta hasta que comprende y propone sus propias soluciones. También amamos tanto a Mani Manipulador que buscamos encauzar su pensamiento para que ayude a los demás y comparta su inteligencia. Mani Manipulador puede llegar a ser Mani Misericordioso. Y, finalmente, deseamos que Sofía Pensante tenga el espacio para hacer lo que más le gusta: pensar.
¿Empezamos?
