Forjando flechas

Nuestros hijos, cada uno, ha sido diseñado especialmente por Dios. La importancia de esto es que Dios ha depositado en ellos algo único y especial.

Como padres muchas veces nos enfocamos en que tengan todas las capacidades necesarias para abrirse paso en un mundo globalizado, difícil y hostil (todo al mismo tiempo); las competencias que los lleven a destacar se vuelven prioridad, sin embargo ¿alguna vez nos hemos detenido a observar cuáles son sus pasiones?

Soy mamá de un niño de cuatro años y una pequeña de un año y medio de edad (los nombraré sólo por sus iniciales). Es increíble que, en sus cortos años de vida, han manifestado sus gustos, pasiones, dones y talentos; esto sólo puede provenir de la mano, diseño y creatividad de un Dios real.

El gusto por la música (y las artes en general) de J.E. y el encanto por los animales de A.J. es algo muy característico de cada uno. Cada día podemos despertar con un J.E. que busca escenificar alguna parte de la Biblia o algún capítulo de los animales que ha aprendido, imita cada parte del guion, ya sea las acciones y emociones de los personajes o las situaciones que desempeñan. Toma algún instrumento y comienza a cantar alguna alabanza que haya quedado en su memoria.

Mientras esto ocurre, A.J. busca seguir el ritmo e imitar algún animal o acompañar con otro instrumento a su hermano que canta en la sala. Sin embargo, hay una inclinación marcada por correr hacía alguna ventana buscando pequeños pájaros, gatos o perros pasar por la calle.

J.E. se desvive con un instrumento nuevo que Dios puede regalarle a través de sus padres o abuelos y A.J. se fascina por los animales e intenta abrazarlos. Aunado a estos gustos he podido identificar el tipo de aprendizaje que tiene cada uno; J.E. definitivamente es auditivo y A.J. es visual. (En estos detalles es que agradezco a Dios haber sido formada como Educadora.)

«Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.» Proverbios 22:6

Este versículo nos encanta a muchos para referirnos a instruir a nuestros hijos en el camino de Dios, sus estatutos y enseñanzas, sin embargo, tiene un sentido profundo en el diseño exclusivo de cada uno. Si bien, la mejor herencia que como padres podemos dar a nuestros hijos es el conocimiento y temor a Dios, llevarlos por el camino en el que desarrollen sus dones y talentos llevará la luz y la sal a todo el mundo y será la herramienta con la que rindan adoración a Dios y amen a su prójimo.

En el día de hoy, basta con ver alguna entrevista, premiación o discurso y en cada uno de ellos escucharemos el agradecimiento a la madre, padre o familia que impulsó aquello que la persona hoy realiza o por lo que ha sido reconocida. La afirmación que recibieron para hacer aquello que les apasionaba rindió fruto.

El sentido de la vida consiste en gran parte de esto. Podemos hacernos la siguiente pregunta: ¿qué quiero para mis hijos?, ¿remuneración económica exorbitante o una vida increíble, derrochadora de amor a otros?

No estamos peleados con tener un sustento económico estable, pero en muchas ocasiones es en lo que nos enfocamos.

«Como flechas en las manos del guerrero son los hijos en la juventud» Salmos 127:4 TLA.

En la antigüedad, las flechas eran una de las armas más populares o normales en lo que se refiere a instrumentos de ataque o defensa, se pulían y forjaban dependiendo de lo que querían que se hiciera: curvear, penetrar, recorrer una distancia larga, etc. Pensando en ésta corta explicación, ¿nos damos cuenta a qué se refiere este versículo? Es una responsabilidad increíble puesta en nuestras manos. La posibilidad de dar forma a nuestros hijos, el compromiso de ser atentos a la voz de Dios y a lo que vemos día con día en ellos; un trabajo que demanda tiempo, atenciónamor y energía. Tenemos la oportunidad de formar personas con convicciones firmes en la verdad, personas que escucharán la voz de Dios y que usarán todos sus dones y talentos para alabar a Dios y servir a otros. Es un llamado a ser parte de los padres de familia que no se rendirán ante lo que ven en el mundo, sino aquellos que seguirán confiando en el llamado que Dios nos ha dado. ¡Hagamos la diferencia!

Colaboremos con el llamado a formar a los Danieles del futuro; hombres y mujeres que impactarán desde pequeños todas las esferas de la sociedad y establecerán el reino de Dios en la tierra, cumpliendo la comisión que Jesús dejó a todos sus discípulos. Te reto a que pongas un poco de pausa, observes detenidamente a tus hijos y comiences a anotar en un cuaderno lo que ves: gustos, talentos, pasiones. Te sorprenderá todo lo que tienen para dar. No lo dejes ahí. Busca motivarlos, incentivarlos y llevarlos a que cultiven lo que Dios ya ha puesto en ellos.

Disfrutemos este momento en el que estamos forjando flechas.

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