Un ministerio irremplazable

Mario, un niño de 11 años, llegó de la escuela frustrado. Su mamá le preguntó qué es lo que le sucedía, pero él no respondió y subió a su cuarto. En su habitación redactó un mensaje y le mandó un WhatsApp a su mamá, en el cual le contó que ha estado sufriendo bullying por sus compañeros y que no sabe cómo resolverlo.

Qué bueno que Mario se pudo comunicar con su madre y compartir sus penas, pero ¿por qué no pudo hacerlo cara a cara? ¿Será porque estamos perdiendo el arte de vernos a los ojos y hablar? ¿Te ha tocado estar en algún restaurante y ver a la mayoría de los que están en la mesa usando su teléfono? Ese es el pan nuestro de cada día, no sólo en estos lugares, sino en nuestros hogares, lugares de trabajo y círculos sociales.

En alguna ocasión me tocó estar en una junta de padres de familia de nuestra escuela modelo, ILAP, donde el pastor Enrique Bremer compartió un breve pero poderoso mensaje que me impactó. Desde entonces, les puedo confesar que a la fecha no uso mi teléfono en el área de comedor, es más, siempre procuro no traerlo conmigo en los tiempos de comida.

El uso del teléfono celular en exceso está desviando el corazón de nuestros hijos y alumnos. Además de lo peligroso que son estos aparatos por el contenido al que están expuestos, está dañando la forma en la que se relacionan los miembros de una familia.

Cierto que el afán de la vida, el trabajo, los compromisos, los viajes, cada vez demandan más de nosotros. Pero ¿será que los tiempos de calidad se interrumpen por alguna llamada telefónica, notificación o mensaje que tengas que atender?

Hay un ministerio que es irremplazable y es la formación de nuestros niños. El tiempo pasa cada vez más rápido, en un abrir y cerrar de ojos los años se van y lamentablemente el tiempo es un recurso que no podemos reemplazar. Es importante tener un balance en las acciones de nuestra vida y que la educación de nuestra familia, sea una prioridad.

Por lo tanto, necesitamos una cirugía en nuestras relaciones. Esto implica «trabajo con las manos». ¿Cómo? Dejando el celular a un lado y haciendo los cinco o algunos de estos consejos:

1. Pon atención a sus emociones. Escucha cuando lloran, cuando hacen berrinches o cuando están felices. Está para ellos y acéptalos, recuerda que están en crecimiento y no saben aún cómo manejar sus emociones; ayúdalos a identificarlas y a trabajarlas.

2. Haz una actividad exclusiva con ellos, algo que sólo ustedes compartan periódicamente. La familia es el primer núcleo donde se aprende a socializar, a hacer preguntas y a obtener respuestas. Trabaja un ambiente de confianza, un lugar seguro donde se puedan equivocar y aprender de sus pequeños fracasos. 

3. Deja que tomen pequeñas decisiones. Involucrar a nuestros hijos o alumnos en pequeñas elecciones desde temprana edad les ayuda a sentirse parte de algo y a responder por sus decisiones. Un ejemplo puede ser cuando les das opciones de cómo vestirse o qué comer. Pequeñas decisiones los llevarán a grandes decisiones.

4. Reconoce sus logros. Cuando arman un rompecabezas, dan sus primeros pasos, pintan, colorean o aprenden a leer o escribir, es importante reconocer sus pequeños logros. Ayudará a su seguridad, autoestima y autonomía.

5. Haz contacto visual. Siempre que estés con ellos míralos a los ojos y ponte a su altura, eso honrará la vida del niño y te ayudará a construir una relación.

Que la comunicación con tus hijos no sea virtual, por medio de mensajes y correos, sino como debe ser: real, profunda y certera. ¡No hay nada más hermoso que poder compartir la vida con los seres que más amamos! Seamos intencionales en la comunicación.

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