Soy maestra y mis hijos no odian la escuela

7 consejos para ser padres y maestros al mismo tiempo.

Mi nombre es Claudia de la Rocha, soy directora académica de Colegio Gracia y Verdad, en la ciudad de Chihuahua. Junto a mis pastores, Enrique y Anabel Bremer, hemos podido emprender un proyecto lleno de retos, anhelos y, más que cualquier otra cosa, llena de sueños por ver a una generación que honra a Dios y sirve a otros.

Durante estos años, he tenido un par de compañeros que han hecho de este caminar una verdadera delicia: Gamaliel y Nohemí, mis hijos.  Llevo más de quince años siendo maestra, primero en el sistema nacional y, ahora en el Colegio, y ellos siempre me han acompañado, me han seguido el paso y se han puesto la camiseta, al grado de ser uno más del equipo. Con 11 y 12 años, me han mostrado a Dios en múltiples maneras.

Nadie se imagina, cuando es pequeño, tener que asumir una responsabilidad, en muchísimos aspectos, solo porque a tu mamá se le ocurrió ser maestra. La mayoría sueña con ir a la escuela a conocer nuevas personas, a aprender, crecer y divertirte. Se sueña con la independencia y con la libertad (en el mejor de los sentidos) para hacer actividades que están fuera del alcance de los ojos y oídos de los papás. 

Pero esto no sucede con los hijos de maestros (as). Ellos se convierten en los vigilados, en los que están en el ojo del huracán, a los que todos conocen y observan, acusables al cien por ciento. He visto niños que lo único que desean es que sus amiguitos de clase no se den cuenta que su mamá es la maestra porque serán tachados de «topos», «soplones» o «consentidos».

Por otro lado, en más de una ocasión me ha tocado ver chiquitos, hijos de mis compañeras, llorar y sufrir por la ironía de tener a su mamá tan cerca, pero no poder estar con ella.

En fin, he visto de todo. Pero, es aquí donde entra la gran pregunta: ¿Cómo debe ser la escuela para los hijos de maestras? Y hago este cuestionamiento, no por el hecho de expresar que merezcan un trato especial, sino con la gran inquietud de que no lleguen a odiar la institución porque les ha robado a sus padres.

Para poder responder, quisiera compartir un par de consejos que me han servido para lograr que mis hijos amen su escuela, que amen el levantarse a las 5 am para llegar antes de las 7 (créeme, es posible), y amen ser parte de un lugar que los ve como Dios lo hace. 

  1. Antes de avanzar con nuestros hijos, necesitamos avanzar en nosotros como papás en nuestras emociones. Empieza siendo consciente de que tu trabajo y la escuela de tus hijos, es un espacio diferente, y no por que no puedan estudiar en el mismo edificio, sino porque son ambientes con un propósito específico. Crea en ti la certeza de que estás trabajando, separa muy bien tus roles, agradeciendo que puedes observar a tus hijos, pero no trates de intervenir en todo momento. Tus jefes, tus alumnos y tú mismo te darás cuenta que es lo mejor. 
  2. No quites autoridad a sus maestras. Esto es de lo más común y de lo menos intencional. Es decir, como compañeros no queremos restar el trabajo de la otra persona, pero cuando resolvemos todo, en todo momento e intervenimos arbitrariamente, entramos al salón, para «ver cómo esta», lo único que logramos es disminuir el papel que tiene el maestro en la vida de un niño. Ayuda a tus hijos a confiar en sus maestros. Diles que ellos están dispuestos a ayudarles siempre que lo necesiten y que los aman sobremanera. 
  3. Desarrolla en ellos un apego seguro. Por apego comprendemos esa facultad de sentirse seguro en el mundo y con los que le rodean. Este apego ayuda a que, no solo esté cómodo en donde quiera que se encuentre, sino que le ayudará a comunicar sus necesidades y emociones, así como aprender de otros logrando la adaptación. Este tipo de apego, se trabaja y se genera en un ambiente donde las necesidades físicas, primero, están cubiertas y las necesidades emocionales y espirituales se ven satisfechas. Cuando los cubres, a pesar de cómo se hayan portado o de las notas que hayan obtenido, ellos sienten confianza y garantía de seguridad. 
  4. Establece reglas y normas claras. Explica en tiempo y forma adecuados, cómo serán sus interacciones en la escuela. Pero, lo más importante es: Sigue tus propias reglas. Muchas veces queremos saltarnos pasos de lo que nosotros mismos hemos establecido, lo cuál traerá desorden e inseguridad, pues al no saber cuándo sí pueden o cuándo no pueden hacer algo, estarás desubicando a tus pequeños. 
  5. Busca literatura que te ayude a entender mejor el desarrollo de tus hijos, te servirá tanto en el aula como en tu casa. Te recomiendo, por lo pronto: «El cerebro del niño explicado a los padres» de Álvaro Bilboa (o cualquier artículo de este autor, la verdad me gusta mucho); un libro genial que sí o sí, tienes que leer para entender los procesos de desarrollo cerebral de tus hijos. Sigue la página de Instagram Educando en conciencia (https://bit.ly/3INDVSq), que nos aporta acciones prácticas y simples para hacer conciencia de la importancia de la educación. Lee el blog LAM, me ha ayudado a ver, con otros ojos, temas de perspectiva general en temas de educación. 
  6. Confía en tus hijos. Comprende que ellos son capaces, porque así los ha creado Dios, de interactuar y desenvolverse en todos los ambientes. Dales la libertad que necesitan al no sobreprotegerlos, recuerda, un niño confía en sí mismo en la misma medida que sus padres lo hacen. 
  7. Confía en ti mismo. La mayoría de las veces, como papás nos cuestionamos si estamos haciendo un buen trabajo. Creemos que no hacemos lo suficiente o que no somos lo suficientemente buenos. Ora, pide ayuda del Espíritu Santo, depende del Señor a la hora de educar de tus hijos. Esta es la mejor herramienta que tendrás. Recuerda que nadie ama más a tus hijos que Dios, así que deja en Sus manos su crianza y afiánzalos en Él.

Espero que estos consejos te sirvan, que te ayuden a balancear tu trabajo y tu papel como mamá o papá y puedas ayudar a tus hijos a crecer integralmente.  

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