Hace tiempo una persona se encontraba en la ventana de su habitación, cuando de pronto vio a un grupo de jóvenes ingenuos caminando por la calle. Dentro de ese grupo de jóvenes, uno se veía un tanto simplón, burlón y hasta pudo darse cuenta de que carecía de entendimiento. Todo esto era al anochecer mientras caía la densa oscuridad.
Vio caminar por un tiempo al grupo de amigos cuando de pronto también pudo ver a una mujer que daba una mala pinta. Lucía como una mujer seductora y lujuriosa, de esas que engañan a sus esposos fácilmente y que esperan a que se vayan para buscar con quien hacerlo; de las que son rebeldes y descaradas, de esas que nunca están conformes con quedarse en casa.
Fue en ese momento cuando pudo percibir que el chico que carecía de entendimiento se iba a enganchar con la mujer.
¿Qué creen que pasó? Lo rodeó con sus brazos y lo besó, y mirándolo con descaro le dijo: «¡Tú eres al que estaba buscando!» y como era de esperarse, aquel joven falto de entendimiento cayó en las redes de la mujer. Ella lo sedujo fácilmente y él la siguió de inmediato, como un buey que va al matadero, como un ciervo que cayó en la trampa en espera de la flecha que le atravesaría el corazón.
Quizás esta historia se les haga familiar porque está en Proverbios 7. (Y perdón por contarles la versión de la telenovela).
No sé a ti, pero cada vez que leo este pasaje viene a mi mente una carga por nuestros hijos y cada niño de las siguientes generaciones. ¿Cómo los podemos guardar para que no sean similares a este joven falto de entendimiento del que habla Proverbios?
Hemos entendido desde hace algunos años que la semilla que produce el entendimiento es el conocimiento.
Pero ¿cómo hacemos que nuestros niños obtengan ese conocimiento?
Lo primero que debemos hacer es conocer el proceso de cómo ellos pueden recibir ese conocimiento el cual se compone de 3 etapas.
1. Recepción. Esta etapa implica la adquisición de información o conocimiento a través de la observación, la lectura, la escucha o cualquier otra forma de exposición a la información. En esta etapa se recopilan datos, hechos o conceptos.
2. Apropiación. El individuo procesa la información recibida y la incorpora a su estructura cognitiva. Esto puede implicar la comprensión, la interpretación y la organización del conocimiento adquirido. La apropiación implica una reflexión y una conexión con los conocimientos previos del individuo, lo que le permite darle significado y adaptarlo a su propio marco conceptual.
3. Aplicación. El conocimiento adquirido se utiliza para resolver problemas, tomar decisiones o llevar a cabo acciones concretas. La aplicación implica transferir el conocimiento adquirido a situaciones prácticas y utilizarlo de manera efectiva.
Para que este proceso abone al entendimiento debemos cuidar que siempre venga a través del proceso natural.
- Experiencia. Provoquemos experiencias que asombren y capten la atención del estudiante. ¿Cómo sabrá de qué sabor es el agua sin antes probarla? La experiencia es clave para entender y posteriormente llevarnos a la siguiente parte medular.
- Expresión. Una vez que el alumno tiene una experiencia podrá comunicar y expresar aquello vivido. Por ejemplo, si ya probó el agua y supo de qué sabor es, entonces podrá expresar que el agua es de limón y está riquísima.
- Entendimiento. Es en esta parte donde el estudiante entiende y forma pensamiento crítico debido a las experiencias y expresiones que tuvo en el pasado. Este punto es clave ya que el conocimiento se transforma en entendimiento.
Según Agustín de Hipona, las experiencias provocan conocimiento y el conocimiento es la luz divina que nos dirige o «Lumen Directivum» y esto tiene mucho sentido cuando entendemos el diseño de Dios a nuestras vidas, que cuando desconocemos apuntamos a la ignorancia y esto nos lleva a estar faltos de entendimiento, pero cuando pasa lo contrario, el entendimiento nos guía y nos conecta con Dios, es decir, nos dirige a quien es por medio de lo que es.
¿Por qué creemos firmemente que toda persona tiene la capacidad de aprender?
Hay algunos datos que nos confirman que hemos sido diseñados con cualidades asombrosas para aprender, a continuación te muestro algunas:
- El cerebro humano puede almacenar hasta 4.7 millones de libros, diez veces más de lo que se pensaba originalmente.
- El cerebro genera neuronas toda la vida. En un estudio con nuevas técnicas lograron observar que incluso las personas mayores de la mediana edad (43-87 años) pueden producir células cerebrales nuevas.
- Las diversas regiones del cerebro están conectadas por unos 160 000 kilómetros de fibras (cuatro veces la circunferencia de la Tierra) que constituyen la denominada sustancia blanca cerebral.
- El cerebro humano tiene una capacidad de un petabyte, o 1 000 000 000 000 000 (mil billones) bytes, 12 veces la capacidad de la supercomputadora «Aitken» de la NASA, la más poderosa que existe en el mundo.
- Con una masa de 1.230 gramos, el cerebro de Albert Einstein no era mayor que el de un hombre adulto normal.
¡Dios nos creó con un anhelo natural por conocer!
Autores de la filosofía moderna como Galileo Galilei, Nicolás Copérnico y Johannes Kepler mencionan que el conocimiento se obtiene a través de la verdad, es decir, no lo obtienes inventando algo, más bien lo obtienes conociendo lo que es, es decir, las ciencias las conoces por el contacto con las ciencias.
¡Ningún invento se ha producido de la nada!
Porque hemos entendido esto, o creemos en el potencial de cada niño y de cada persona. Sabemos que Dios les ha dado capacidades enormes por crearlos a su imagen y semejanza.
Deja que la cotidianidad, la rutina y el día a día se vean interrumpidos por responder cada pregunta que tus hijos o estudiantes te hagan, seguramente en tu aula tengas a los siguientes adultos brillantes que pudieran no llegar a ser por no obtener respuestas a sus preguntas.
