Participemos en crear infancias felices

No hay infancias perfectas, ni padres perfectos; pero sí hay infancias felices y padres dispuestos. La manera en que los niños vivan su vida en los primeros años tendrá un impacto duradero. Aunque gran parte de esta responsabilidad recae en sus padres, los demás adultos en sus vidas como tíos, abuelos y maestros no debemos de restarle importancia al efecto que podemos tener en ellos. Su crecimiento social, emocional, intelectual y espiritual depende desde el primer día de lo que ellos observen (y absorban) de los adultos a su alrededor. Los puntos que leerás debajo son pequeñas acciones que podemos implementar en nuestro trato con ellos, y que seguramente los llevará a tener una infancia más feliz.

1. Dedícales tiempo

Es verdad que es sumamente difícil encontrar el tiempo para hacer todo lo que quisiéramos. Los días pasan increíblemente rápido y en un abrir y cerrar de ojos ya ha pasado un mes, un año. No dejemos que nuestras ocupaciones del día a día nos priven de crear un tiempo para compartirlo a profundidad con nuestros pequeños. Sentarnos sin prisas, escucharlos, poner atención a su plática, jugar con intención, involucrarnos o involucrarlos en nuevas experiencias es ir sembrando semillas que darán frutos con creces.

2. Demuéstrales cariño

Aunque no todas las personalidades tienden a ser expresivas y cálidas, vale la pena intentarlo con esfuerzo por el bienestar de nuestros niños. El afecto es una parte muy importante de nuestro desarrollo. Te sorprendería saber que muchos problemas psicológicos o heridas emocionales que cargamos como adultos tuvieron su origen en una falta de afecto o expresiones físicas de cariño. Con un abrazo, un beso, dormir abrazados, acariciar su cabello, limpiar sus lágrimas, ellos se sentirán amados y confiarán en nuestro cuidado.

3. Interactúa con ellos

Estas interacciones van más allá de nuestra plática después de la escuela o a la hora de comer, preguntando cómo les fue y qué hicieron hoy. Aunque hay valor en esas pláticas, debemos buscar el platicar siempre y de cualquier cosa. Acostumbrarlos a saber que tienen alguien con quién hablar, tanto de una película o de un videojuego, como de situaciones serias o preocupantes para ellos. Si como adultos es maravilloso contar con nuestras parejas y padres para recurrir a ellos y obtener claridad a través de esas interacciones… ¡cuánto más será para un niño!

4. Permite el juego

Jugar implica aprender, explorar. Y aprender y explorar, muchas veces va a implicar desorden. Debemos ser conscientes de que este desorden es parte de un desarrollo saludable. Los niños están desarrollando sus habilidades motoras y están aprendiendo reglas sociales. No podemos pedirles que se comporten como adultos si no lo son. Nosotros como adultos podemos permitirles explorar bajo nuestros cuidados y límites, ofrecerles paciencia, y claro, enseñarles a ordenar después de alguna actividad divertida. Piensa que enojarte sólo provocaría temor.

5. Limita el uso de las pantallas

Esto no es algo nuevo. Incluso nosotros vivimos el pasar horas frente a la televisión. Incluso ahora, nos es difícil despegarnos de los celulares y tabletas. El internet es un mundo devastadoramente grande y peligroso, y aunque no debemos sucumbir a nuestros miedos y aislar a nuestros hijos del mundo en que les tocó vivir, debemos encontrar soluciones. Cada padre o familiar pondrá sus reglas con respecto a esto, pero lo que sí es cierto es que estas «niñeras electrónicas» nunca reemplazarán en beneficios a la interacción humana.

6. Cuida su inocencia

Ligado a lo anterior, es muy fácil que nuestros niños tengan acceso a todo tipo de información. Mucho de lo que encuentren podría no ser adecuado para su edad o pudiera parecer inofensivo a primera vista. Debemos estar alertas y supervisar el contenido que consumen. De igual manera, no tengamos prisa en que crezcan. Muchas personas ponen un límite de edad para jugar con muñecas o figurines, y comienzan a presionarlos para que crezcan en actitudes, intereses y hasta en la manera de vestir. No hay prisa, tienen todo el resto de su vida para ser adultos; dejémoslos disfrutar esta etapa.

7. Enséñales  disciplina, rutinas y límites

Todos hemos conocido a algún niño o niña cuyos padres se resisten a poner límites o a enseñarles disciplina a sus hijos por miedo a ser muy duros. El resultado nunca es bueno. Claro que no debemos llevar las cosas a un punto extremo o no razonable, pero en general, el proporcionarles estructura y orden en el día a día les va a ayudar por el resto de sus vidas. Las rutinas son sumamente importantes, pues les crean un sentido de seguridad en sí mismos y reducen la ansiedad de lo qué podría pasar. Además, podemos convertir la disciplina y los límites en oportunidades para reflexionar y enseñarles con amor.

8. Pon atención a lo que haces

Finalmente, es importante darnos cuenta de que nada de lo anterior sirve si la manera en que nos comportamos demuestra incongruencia. No podemos demostrarles amor e insultar a otros, no podemos querer enseñarles disciplina y nosotros faltar al trabajo, llegar tarde, o incluso mentir frente a ellos. Somos el ejemplo más directo que tienen de lo que debe ser una persona. Por más que enseñemos con palabras, son nuestras acciones las que se van a quedar en su corazón y en su mente. 

Una infancia feliz no depende de la cantidad de juguetes o viajes que podamos ofrecerles, sino del impacto de nuestra presencia en sus vidas y de la fortaleza de la conexión que hagamos con ellos. Nuestro trato y ejemplo impactará su manera de ser en el futuro, incluso para siempre. Te invito a asumir nuestra responsabilidad y a participar en la creación de infancias más felices.

 

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