Padres presentes, hijos exitosos: una guía práctica para analizar la relación con tus hijos

Se acerca el momento de salir al escenario. Aunque ya lo ha hecho otras ocasiones, Lucía está nerviosa. Le tiemblan las piernitas, le palpita el corazón y se asoma tras el telón para ver si puede ver a sus papás a lo lejos. Echa un vistazo y su mirada recorre todas las butacas, pero no ve a mamá y a papá. Con su bracito se seca el sudor de su frente. Tiene la boca seca, pero no puede beber agua porque el show está a punto de comenzar. Trata de guardar compostura ante los nervios, e impaciente, espera la señal para salir al escenario. La música empieza a sonar, se abre el telón y junto con un puñado de otras nueve niñas de 5 años, Lucía se lanza con pasión para demostrar lo que ha practicado los últimos meses en su escuela de ballet.

Los nervios se empiezan a ir poco a poco, y pareciera como si Lucía hubiera nacido para este momento. Su mirada sigue en busca de las personas más importantes de su vida, sin ella saberlo, sus papás son los que pueden impulsarla o destruirla para siempre. Su mirada sigue recorriendo las butacas. La luz del escenario encandila sus ojos, pero no importa, ella sigue buscando. Sus ojos, como si fueran un scanner, repasan todo el lugar y no consigue su objetivo. Ella no pierde el ritmo, sabe exactamente qué paso sigue, pero su atención no está en los movimientos de sus pies y manos. Se concentra en encontrar a sus papás.

A lo lejos, su papá, acompañado de su mamá y su hermanita menor de apenas 10 meses, están sentados en el asiento L40 y L41. Ellos saben que algo pasa con su hija. Conocen cada gesto que hace y son los mejores intérpretes de su mirada. El papá quiere hacerle saber a Lucía que ahí se encuentran, observando con orgullo cada pequeño logro que tiene. La luz del escenario y la multitud de personas hacen imposible que ella los note, así que al papá se le ocurre la maravillosa idea de encender la luz del celular y se alumbra la cara desde arriba cuidando de no molestar a los otros asistentes. 

En ese preciso momento que Lucía recorre con sus ojos cada asiento del teatro, alcanza a ver que una luz se enciende e inmediatamente llama su atención. De manera mágica su mirada se intercepta con la sonrisa de su papá. Lucía no puede contener la felicidad de ver a su familia. El protocolo de la danza prohibía saludar desde el escenario, pero a ella no le importa. Así que levanta el brazo para decir hola, su sonrisa está de oreja a oreja y manda un par de besos a sus papás. Ahora el espectáculo puede continuar.

Esta historia la conozco muy bien porque Lucía es mi hija mayor de 5 años, y en este show de ballet, pude ser testigo una vez más de la importancia de ser padres presentes y afirmantes para nuestros hijos. Lamentablemente, vivimos en una sociedad que se empeña por alejarnos de ellos. Las distracciones como el entretenimiento, la tecnología y el trabajo nos han hecho creer que nuestros hijos no son tan importantes y que no necesitan tanto de nuestro tiempo.

Pareciera que el trabajo, pagar las cuentas y despejar nuestras mentes son más importantes que dedicar tiempo a nuestros pequeños. Tal vez nadie lo admita abiertamente, pero sus acciones lo reflejan constantemente. En este tiempo, los padres pueden estar presentes físicamente, pero no realmente estar presentes en mente y emociones, ya que las preocupaciones absorben la atención y nublan la relación con sus hijos.

Desarrollar una relación profunda con nuestros hijos es más importante de lo que imaginamos. Te explico por qué:

  • Somos su primer y tal vez único lugar seguro. 
  • Brindamos el apoyo emocional y la guía que requiere para sus primeras etapas de vida. 
  • Moldeamos su comportamiento.
  • Ayudamos en su desarrollo cognitivo y social.
  • Somos los constructores o destructores de su futuro.

 

Si no comprendemos la importancia de cultivar una relación profunda con nuestros hijos y no tomamos medidas al respecto, las consecuencias pueden ser terribles. Muchos problemas que surgen en la adolescencia y en la edad adulta están relacionados con papás ausentes durante la infancia, y no específicamente ausencia física, sino más bien papás que no estuvieron presentes afirmando a sus hijos. Algunos de estos problemas son:

  • Problemas emocionales y de salud mental.
  • Dificultades en las relaciones interpersonales.
  • Baja autoestima y autoconcepto negativo.
  • Dificultades académicas.
  • Conductas problemáticas y riesgos sociales.
  • Falta de autonomía y habilidades de afrontamiento, es decir, dependencia en exceso de otras relaciones. 

Aunque no soy un experto en psicología, sí soy un gran aprendedor de la paternidad. Mis maestros principales son: mis propios hijos, mi esposa y Dios. Ellos constantemente me enseñan a dar lo mejor de mí. En este viaje de crianza, he aprendido a invertirme en mis hijos como un mandato de Cristo. La Biblia nos enseña que los hijos son como flechas a las que debemos dar dirección (Salmos 127:3-5), por lo tanto, debemos tensar bien el arco y apuntar las flechas hacia una vida plena.

Ahora, ¿cómo saber si estamos desarrollando una relación profunda, sana, positiva y afirmante con nuestros hijos? Simplemente hazte estas preguntas con sinceridad y discútelas con tu pareja:

  • ¿Existe un diálogo abierto y honesto entre tú y tus hijos?
  • ¿Te sientes cómodo expresando tus pensamientos y emociones, y tus hijos también se sienten seguros al compartir contigo sus experiencias, preocupaciones y alegrías?
  • ¿Demuestras empatía y comprensión hacia tus hijos?
  • ¿Te esfuerzas por entender sus perspectivas, emociones y necesidades, y les brindas apoyo y consuelo cuando lo necesitan?
  • ¿Dedicas tiempo regularmente a estar con tus hijos, prestando atención plena y participando en actividades significativas juntos?
  • ¿Valoras la calidad de la interacción sobre la cantidad de tiempo invertido?
  • ¿Brindas un ambiente de apoyo donde tus hijos se sienten respaldados y alentados en sus intereses, metas y pasiones?
  • ¿Reconoces sus logros y les muestras que confías en su capacidad para tener éxito?
  • ¿Estableces límites claros y consistentes para tus hijos, pero los haces de manera respetuosa y empática?
  • ¿Utilizas la disciplina positiva, enfocándote en enseñar y guiar en lugar de castigar, y les proporcionas herramientas para que aprendan de sus errores?
  • ¿Fomentas el respeto mutuo en la relación?
  • ¿Reconoces la autonomía y la individualidad de tus hijos, permitiéndoles tomar decisiones apropiadas según su edad y promoviendo una comunicación respetuosa en ambas direcciones?
  • ¿Te involucras activamente en la vida de tus hijos, mostrando interés en sus actividades, amistades y experiencias escolares?
  • ¿Estás presente y disponible para ellos cuando te necesitan?

La crianza y la relación con los hijos son procesos dinámicos y van cambiando con el tiempo. Es importante adaptarse a medida que tus hijos crecen y desarrollan nuevas necesidades. Recuerda que ellos te necesitan en todas las etapas de su vida, siempre estás a tiempo de hacer en un cambio. Da pequeños pasos hoy como:

  • No tengas el celular presente en tus tiempos de convivencia con ellos.
  • Compartan una comida juntos donde platiquen de sus vidas.
  • Interésate en sus hobbies y temas que les traen curiosidad.
  • Realiza una actividad física con ellos donde aprendan de lo que a ti te gusta.
  • Diles cuánto los amas y que estás orgulloso de ellos por cosas específicas.

 

Tener una conexión profunda entre papás e hijos es sumamente importante para que crezcan sanos y felices. Esta unidad les da un ambiente seguro en el que se sienten protegidos. Esto los ayuda a aprender y desarrollar habilidades, les brinda orientación y apoyo. Estos beneficios son clave para que los niños tengan éxito en la vida, pero más allá de eso, para que sobre todo se relacionen de la manera correcta con Dios. Los papás son la primera impresión de autoridad y amor que tienen los niños, por lo tanto, son su primer reflejo de Dios en la tierra. No desaproveches esta oportunidad, es tu tiempo de ser presente en la vida de tus hijos, a su tiempo verás el fruto de este gran esfuerzo.

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