¡Mira! ¡Ya recorta!

El regreso a clases y el inicio de un nuevo ciclo escolar trae consigo muchas expectativas: mi pequeño aprenderá a leer y a escribir, aprenderá a decir algunas cosas en un idioma diferente, podrá escribir una carta, un cuento, un resumen, un ensayo, aprenderá a sumar, a restar, a dividir y multiplicar… Todas éstas no son nada fuera de lo común, es algo que los responsables de un ser humano en crecimiento esperan y trabajan para ello pero, te has preguntado ¿cómo llegamos a ser estos adultos que saben leer, escribir, resolver una ecuación o comunicarse correctamente?

Cada etapa de nuestra vida tiene mucha importancia, desde que nacemos hasta nuestro último suspiro. Cuando llegamos al mundo, después de estar alrededor de nueve meses alimentándonos sin esfuerzo, calientitos y cómodos, salimos a un mundo donde hace frío, donde hay que esforzarse para comer y en donde debemos comenzar a aprender todo desde cero. 

Estudios recientes indican que al momento de nacer es necesario que el nuevo bebé tenga contacto piel con piel con mamá o papá, o bien, una persona que le ame pues a través de estímulos sensoriales como el tacto, el calor y el olor, se estimula la liberación de oxitocina que ayuda a regular el comportamiento y sentimientos del recién nacido, en pocas palabras, ayuda al nuevo ser humano a controlar su dolor, hambre o necesidad emocional que lo esté haciendo sentir incómodo.

De esta manera, las etapas del ser humano necesitan acciones y actividades específicas para desarrollarnos como hombres y mujeres funcionales. 

La etapa preescolar se considera innecesaria, pero esto es un error muy común porque ¿para qué mandamos a la escuela a nuestro pequeñito si sólo aprenderá a enhebrar sopita en un hilo que formará un collar?, o ¿para qué lo levantamos de su camita temprano? Todas estas preguntas y actividades, que se consideran insignificantes, en realidad distan mucho de ser así.

Diversos estudios comprueban que para que un niño en etapa preescolar pueda llegar a escribir su nombre, se necesitan ejercicios y actividades que estimulen su desarrollo sensorial, muscular y coordinación, por ejemplo: pintar con gis sobre el suelo, desagarrar una hoja, moldear plastilina, cerrar y abrir pinzas, pero antes de llegar a este objetivo, el pequeño habrá logrado algunas victorias, entre ellas: recortar. ¿Qué? ¿Solamente recortar? ¡Así es! Solamente esta acción, pero al realizarlo nuestro pequeño trabajó motricidad fina, puso en práctica habilidades que requieren coordinación entre músculos cortos, el ojo, la mano y cerebro en conjunto con ellos, en pocas palabras, un esfuerzo que rindió frutos, una batalla ganada, un objetivo que no fue pequeño, sino que desarrolló en él las habilidades necesarias para continuar con su crecimiento y formación.

La finalidad de este artículo es motivarte como maestro, papá o mamá educadora a que celebres los logros que tu hijo tenga, pues no son pequeños, sino necesarios para seguir creciendo, y así  pasar a la próxima etapa de desarrollo. Celebra el que logró hacer una bolita con plastilina, pensando que su cerebro hizo conexiones que llevaron a sus dedos al movimiento necesario, a sus ojos para concentrarse en este material y entonces lograr el objetivo deseado.

Quiero animarte a que mires a tu pequeño, o pequeños y puedas emocionarte porque ¡ya recorta! Emociónate, asómbrate, esto llevará a los niños a sentirse motivados, amados y honrados. Y recuerda, no quieras que tu pequeño corra cuando necesita primero gatear, caerse y volverse a levantar, ¡confía en el proceso!

«Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora». Eclesiastés 3:1

 

Compartir:

Una respuesta

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Nombre *
Correo *
Teléfono *

¿Ya conoces nuestro Blog LAM?

¡Regístrate a nuestro Newsletter y obtén envío gratis!*
Nombre *
Apellido *
Ciudad *
Teléfono *
Correo *

*Aplica solo para la república mexicana.
Ingresar