Mi salón de clases: un lugar seguro

Maestro, maestra, ¿qué es lo que piensas cuando entras al salón de clases?

 

Recuerdo los días cuando tuve el privilegio de ejercer la docencia. Fueron días extraordinarios, retadores, pero maravillosos; llenos de expectativas y pensamientos a futuro. Me imaginaba que las personas que entraban en él, eran seres humanos completos y listos para desarrollar las habilidades, dones y talentos que Dios ya había depositado en ellos.

 

Pero, ¿qué estaba haciendo yo para que todo el potencial que había en ellos pudiera ser explotado y valorado de la mejor manera?

 

Había específicamente una actividad que me gustaba realizar con ellos y era invitarlos a hablar frente a todos sus compañeros. ¿Qué? ¿Algo tan sencillo como hablar frente a los demás? ¡Sí!

 

¿Recuerdas la primera vez que tuviste la oportunidad de expresarte frente a un grupo de personas? ¿Cómo te sentiste? ¿Qué cambiarías? ¿Cómo te ayudó para crecer como persona? 

 

Para muchos es muy sencilla esta actividad, pero para otros, representa todo un reto tal vez muy difícil de superar. Es por eso que decidí ayudar a mis alumnos a crecer en confianza y a los oyentes a crecer en respeto, honra, escucha, atención y empatía a través de una simple actividad. Estos valores son esenciales para formar comunidad.

 

Un lugar seguro es aquel espacio en donde nos sentimos confiados de hablar, de expresarnos, de preguntar sin miedo y sin tener el temor a ser juzgados. Debido al miedo a la burla no preguntamos o decimos algo que muchos piensan, pero que la mayoría prefiere callar para no exponerse.

 

Hablando de esto, quiero compartirte una frase que voló mi cabeza cuando la escuché por primera vez: «El que pregunta no es porque sabe menos, en realidad, es porque entendió más».

 

Un espacio seguro es aquel donde puedo tener la libertad de abrir el corazón y saber que estoy rodeado de respeto, empatía y valor. Esta era la meta que propuse para mi salón de clases; hacer un lugar seguro para todos los que estuvieran ahí.

Hice una lista de acciones a seguir que me gustaba implementar cuando mis niños hablaban frente a los demás y quiero compartírtela: 

 1. Saber que los alumnos son personas. Son personas completas que necesitan lo mismo que cualquier otra: respeto, empatía, amabilidad, atención y afirmación, entre otras.

2. Toma la altura del alumno que pasará al frente, flexionar completamente las rodillas si es necesario, y mirarlo directamente a los ojos. Mientras esto sucede, afirma sus cualidades, virtudes y realidades que tienes de él, y esto ayudará a recordar cómo Dios lo ha creado. Usa frases como: «Has sido formado para expresarte», «Estás totalmente preparado para este momento», «Dios te hizo minuciosamente, siéntete seguro de que eres valioso, especial y único», etc.

Una vez que afirmaba al alumno que hablaría en público, ponía toda mi atención en los oyentes.

3. Pedir a los alumnos que su atención esté totalmente puesta en el compañero que está al frente; esto significa que deberán evitar distracciones, como platicar con sus compañeros, jugar con los lápices, etc.

4. Evitar las burlas. Este es un aspecto que debemos dejar fuera de nuestro salón a toda costa. Cuando los alumnos utilizan la burla para jugar bromas, están creando inseguridad en los expositores, cosa que va contraría con lo que queremos lograr dentro de nuestro salón.

5. Hacer preguntas. Este paso para mí es el más importante, pues estaremos conscientes de que la audiencia alumnos estuvo atenta, comprendió el tema y se sentirán seguros de expresarse. Es un círculo de aprendizaje, pues nos lleva al punto 1: saber que son personas.

Los maestros tenemos una tarea importante: Generar un ambiente sano, seguro y de confianza.

 

Tú tienes la responsabilidad de honrar la niñez que Dios ha depositado a tu cuidado durante el horario de escuela. Sin embargo, lo que formes en ellos durante este tiempo, será un fruto que podrá verse dentro de unos años. Tú y la sociedad podrán verlo.

 

Hay un autor que revolucionó la manera en que los maestros son vistos, la manera en la que enseñan y los resultados que generan. Su nombre es Juan Amós Comenio

 

Permíteme compartirte una frase, y que con ella tu corazón sea retado a educar de una manera diferente, desde el amor y la honra; para que más allá de sólo aprender el abecedario, formes ciudadanos respetuosos, afables, serviciales, que brinden un lugar seguro a quienes así lo  requieran, y sean ellos, los nuevos revolucionarios desde su trinchera:

 

«La escuela, al intentar formar al hombre, debe procurar formarlo totalmente para hacerle igualmente apto para los negocios de esta vida que para la eternidad, a la que se enderezan todas las cosas que anteceden. Enséñese, por tanto, en las escuelas, no solamente las letras, sino también las buenas costumbres y la piedad». Juan Amós Comenio, Didáctica Magna.

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