La importancia de la disciplina II

Ésta es la segunda parte de mi artículo pasado en el que hablé acerca del libro Didáctica Magna de Juan Amos Comenio; en el cual se menciona la importancia de la disciplina y que todos necesitamos de la misma para ser formados correctamente y cumplir con nuestro propósito. También mencioné, según Comenio, cuál es el objetivo de la disciplina, cómo se aplica y por qué se aplica. Si no lo has leído, te recomiendo revisarlo antes de leer este artículo para que puedas tener un mayor entendimiento de este tema tan importante para maestros y padres de familia.

En esta segunda parte hablaremos de los métodos que Didáctica Magna sugiere a los maestros usar en el salón de clases para aplicar disciplina y también mencionaremos por qué es importante que ésta sea aplicada a todos sin excepción.   

Aunque se mencionan ejemplos aplicados en el aula, según Juan Amós Comenio, docentes, padres de familia y formadores en general debemos emplear estos métodos para ejercer disciplina correctamente.

Métodos 
  • Con ejemplos continuos: el formador debe mostrarse a sí mismo como un vivo modelo de todo aquello en que pretende educar a sus alumnos. Si el ejemplo falta, todo lo demás es absolutamente inútil. ¿Por qué? Porque el ejemplo es lo que le da congruencia a todo lo que comunicamos. La palabra tiene mucho más valor cuando se vuelve una acción. De ahí que la mejor manera de guiar a un individuo es modelar con nuestra vida el ejemplo que éste debe seguir. Por el contrario, cuando un docente dice algo que no refleja en su forma de actuar, se crea en la mente del alumno una extraña dicotomía que le genera confusión y que distorsiona su entendimiento en cuanto a la importancia de los valores que se le están tratando de inculcar.

 

  • Con palabras: el hecho de que el docente deba ser ejemplo no elimina el peso o el valor que tienen sus palabras para el alumno, palabras educadoras de estímulo o de reprimenda. El formador debe tener especial cuidado en que, ya sea que enseñe, exhorte, ordene o reprenda, sus palabras sean seleccionadas con afecto paternal, ese afecto que está enfocado en edificar más que en castigar. Según Juan Amós Comenio, si los alumnos no perciben este afecto de manera clara y no están convencidos de él, la disciplina en el grupo se relajará con facilidad y los ánimos se predispondrán en contra del maestro, lo que sin duda dificulta la enseñanza.

 

  • Reconocimiento: en este punto no nos referimos a dar reconocimiento o recompensa a un alumno cuando cometa actos reprobables, sino más bien a organizar certámenes o concursos de forma constante para premiar a los alumnos que muestren conocimientos, actitudes y acciones destacadamente apropiadas y correctas. Para que este método realmente sea efectivo el formador debe procurar que sea una actividad seria, no premiar por premiar o dar reconocimiento cuando no hay mérito alguno. Cuando esto sucede, los alumnos empiezan a ver la actividad como un simple juego o pasatiempo y, por lo tanto, resulta inútil porque pierde el valor genuino para ellos. Es absolutamente necesario que el maestro esté presente y lleve el asunto con toda seriedad, sin engaños; alabando públicamente a los diligentes y amonestando oportunamente a los que así lo requieran. Lo que se debe procurar es que el deseo de alabanza, o el temor a la amonestación sirva de poderoso estímulo a la diligencia.

 

  • Severidad: si estos procedimientos suaves no surten efecto deberá recurrirse a métodos más severos. Castigos que involucren privación de privilegios o que el alumno repare el daño cometido. Es importante destacar que debemos intentarlo todo antes de recurrir a «abandonar», ignorar o «dar por perdidos» a los estudiantes. Después de todo, si la aplicación de disciplina refleja amor hacia un individuo, la falta absoluta de atención, el abandono, muestra la falta de amor por el mismo. Según Comenio, el docente debe tener cuidado de no emplear esta disciplina severa sin justa causa o con excesiva frecuencia. Hacer lo contrario, tiene como resultado que, en muchas ocasiones, alumnos marcados con la etiqueta de «problemáticos» o «difíciles» reciban regaños que no merecían. Por otra parte, tener una predisposición hacia los alumnos, también puede ocasionar que un maestro no ejerza la justa disciplina cuando un alumno que considera «ejemplar» o «sobresaliente» ha cometido una falta grave. Muchas veces estos alumnos se equivocan (como cualquier ser humano) y deben tener las consecuencias necesarias para no torcer su camino o distorsionar su apreciación de la realidad. 
No hay excepciones

El punto anterior se relaciona totalmente con éste. Comenio también menciona que es necesaria la disciplina tanto a los necios, como a los prudentes, porque las personas inteligentes sin disciplina ocuparán su entendimiento en cosas vanas, inútiles o nocivas.

«Pero también los inteligentes necesitan mucho más esta disciplina porque su entendimiento despierto, si no se ocupa en cosas útiles, buscará las inútiles, curiosas o perniciosas. Así como el campo cuanto más fértil es tanto mayor abundancia de cardos y espinas produce, de igual modo el ingenio avisado está repleto de conocimientos curiosos, si no se cultivan las semillas de la ciencia y la virtud». (Comenio, 2018, cap. VI,  p.29).

 «El espíritu ágil desprovisto de cosas serias se enreda completamente en cosas vanas, curiosas y nocivas y será causa de su muerte». (Comenio, 2018, cap. VI,  p.29).

De manera que podemos concluir y reiterar que la disciplina es necesaria para todos. Durante toda nuestra vida necesitaremos recibir estos actos oportunos de corrección que nos direccionarán y esclarecerán qué es lo correcto para nuestra formación. 

Es importante volver a valorar la disciplina como ese acto de verdadero amor y preocupación por la formación de un individuo. Pensemos en todos los casos de alumnos «rebeldes» que son el resultado de docentes o padres de familia que decidieron ignorarlos para «evitar el conflicto», o que no supieron ejercer la disciplina en el momento justo y con los métodos adecuados. No sólo alumnos, docentes o padres, todos somos parte del proceso de formación de nuestros semejantes, con los cuales convivimos cada día. Cada individuo a nuestro alrededor es producto de la formación de muchas personas y permanecerá con los mismos hábitos inadecuados, ideas erróneas, mentiras o distorsión en su percepción hasta que alguien se decida a amarlo lo suficiente como para ejercer la correcta disciplina sobre él.

Bibliografía:

Amós Comenio, Juan. (2018). Didáctica Magna. México: Editorial Porrúa.

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Una respuesta

  1. Yo trabajo en un Colegio Cristiano.
    Me es de mucha ayuda leer sus artículos, muchas gracias por compartir que el Señor les siga bendiciendo.

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