El educador exitoso

¿Pueden ser sinónimos las palabras «profesor» y «educador»?

Por un lado, tenemos que un profesor es aquel que tiene por oficio enseñar una ciencia, un arte o una técnica. Por el otro, tenemos que un educador tiene como propósito facilitar el refinamiento de habilidades o capacidades que no sólo llevan a la obtención y construcción de conocimientos, sino también de virtudes, creencias y hábitos.

Contrario a lo que suele suceder en la mayoría de las aulas, la educación no consiste únicamente en transferir información del maestro al alumno, ni tampoco en desarrollar en ellos una serie de habilidades para, en un futuro, convertirlas en una fuente de ingresos. Más bien, consiste en formar parte de un proceso de transformación donde el objetivo más alto consiste en que cada estudiante pase de la incredulidad a la fe, de la ignorancia al conocimiento y de la inmadurez a desarrollar el carácter de Cristo.

«La enseñanza es más que impartir conocimiento, es inspirar el cambio. El aprendizaje es más que absorber hechos, es adquirir entendimiento.» – William Arthur Ward.

Pero ¿cómo se puede lograr esto al estar frente a un grupo? Tomemos el ejemplo de Jesús quien, además de instruir a sus discípulos, los guió con el ejemplo, elevó sus estándares y se entregó completamente por amor a ellos.

Los siguientes son cuatro pilares que pueden hacer de ti un educador exitoso:

1. Instrucción. Este pilar consiste en proporcionar conocimientos, habilidades, ideas o experiencias. Invierte tiempo en convertirte en un experto en tu materia; prepárate teóricamente y también de manera práctica. Haz interesante cada presentación ante tu grupo conectando cada aprendizaje con su vida diaria y sus intereses; puedes planear experimentos, actividades sensoriales o de exploración. ¡Sorpréndelos! Además, recuerda que tienes la increíble oportunidad de hacer conexiones entre cada materia y lo que la Biblia dice al respecto. ¿Enseñas matemáticas? Lean juntos la multiplicación de los panes y peces. ¿Das clases de biología? Lean los primeros capítulos del libro de Génesis. ¿Enseñas música? Escriban una canción utilizando los Salmos como inspiración.

2. Ejemplo. Bien dice el dicho que «tus palabras convencen, pero tu ejemplo arrastra». Sé ejemplar en el trato que les das a ellos. Ten una actitud humilde al enseñar; considera cada lección frente a tu grupo como una oportunidad de servirlos. No es necesario que estés impartiendo una materia académica para ser ejemplo en sus vidas. ¿Tienes alguna historia que pueda dejarles una lección? Compártela con ellos; al ser vulnerable tus alumnos también aprenden de ti. Tus aprendizajes personales en medio de las alegrías, tristezas, dificultades y éxitos harán que vean en ti no sólo a alguien que imparte una materia, sino a un mentor. Por último ¡conviértete en un alumno de tus estudiantes! Permite que ellos te enseñen sobre aquello que llama su atención o en lo que son expertos: videojuegos, manualidades, cocina o dibujo.

3. Disciplina. Éste será el pilar que dará orden y sentido a las actividades del día a día. Establece acuerdos grupales acordes a la edad de tus alumnos y, entre todos, cuiden el respeto de los límites establecidos. Además, diseñen consecuencias lógicas para cuando se rompan los acuerdos. Los límites claros y respetados capacitarán a tus alumnos para hacerse responsables de sí mismos y de sus actos.

4. Amor. El amor es el sello del carácter de un seguidor de Jesús. Pero ¿cómo amar a quienes no conoces? Para lograr conocer a tus alumnos deberás hacer las preguntas correctas; hazlas abiertas y ten una actitud dispuesta a escuchar — no importando qué tan extensas sean las respuestas. También te recomiendo que leas el libro de Gary Chapman Los 5 lenguajes del amor de los niños; en éste podrás encontrar recomendaciones clave para conectar con tus alumnos de maneras significativas y que marcarán sus corazones de la mejor manera posible. Finalmente, celebra el progreso, no los resultados; honra los pasos que den tus alumnos en este proceso de transformación.

La instrucción atractiva y cautivante invitará a tus alumnos a constantemente desear seguir estudiando. Tu ejemplo de humildad al servirles y al nunca dejar de aprender será lo que los atraiga hacia un estilo de vida de crecimiento continuo. La disciplina creará un ambiente de honra y respeto mutuo en el que las relaciones podrán florecer saludablemente. Y el amor será el que cubra todo tu trabajo con gracia pues, tanto tú como tus alumnos, se encuentran en el proceso de ser formados a la imagen de Jesús.

«Creo que un gran maestro es un gran artista y hay tan pocos como hay grandes artistas. La enseñanza puede ser el más grande de los artes ya que el medio es la mente y espíritu humanos.» – John Steinbeck.

Tener un corazón de educador te dará una visión a largo plazo, te permitirá recordar que cada alumno es una persona en un proceso de refinamiento y te llenará de gratitud al poder formar parte de sus vidas en un primer plano. ¡Ánimo! ¡Todo tu esfuerzo tiene un propósito increíble!

Bibliografía:

Lessin, R. (1992). Cómo criar hijos felices y obedientes. Grupo Nelson.

Pennington, J. (2 de Julio de 2014). Christ the Educator. Obtenido de The Gospel Coalition: https://www.thegospelcoalition.org/article/christ-the-educator/ 

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