Educación del carácter

Hablemos de educación del carácter, pero antes, quiero compartirte algunas estadísticas que publicó The Report Card on the Etichs of American Youth:

  • 3 de cada 4 adultos creen que la gente en general lleva vidas menos honradas y éticas que antes. 
  • 59% de los estudiantes admite haber copiado en algún examen.
  • 61% de los estudiantes admite haber mentido a un profesor.
  • 20% de los estudiantes reconoce que ha robado algo.
  • 45% de los estudiantes hombres cree que es necesario mentir para alcanzar el éxito y el 25% de las mujeres estudiantes cree lo mismo.
  • 95% de las mujeres estudiantes cree que ser buena persona es más importante que ser rico y el 86% de los hombres lo cree también.

 

¿Por qué te comparto estos datos? Porque el mismo reporte indica que todos los comportamientos de violencia, corrupción, descortesía, abuso de drogas, inmoralidad sexual, entre otros, tienen un factor en común: la falta de carácter. 

Pero, ¿qué es el carácter? 

Hay un viejo proverbio que dice: «Sé prudente con tus pensamientos, ya que tus pensamientos se transforman en tus palabras. Sé prudente con tus palabras, ya que tus palabras se transforman en tus actos. Sé prudente con tus actos, ya que tus actos se transforman en tus hábitos. Sé prudente con tus hábitos, ya que tus hábitos se transforman en tu carácter. Sé prudente con tu carácter, ya que tu carácter se transforma en tu destino».

Cicerón dijo: «En el carácter del ciudadano, reside el bienestar del pueblo».

En pocas palabras lo que te quiero decir es que: el carácter forma el destino de cada persona y por lo tanto, el de una sociedad.

Según Thomas Lickona, uno de los precursores más importantes de la educación del carácter, nos dice en sus múltiples estudios que el carácter importa por cuatro simples razones:

  1. Para llevar una vida con sentido, productiva y estable.
  2. Para tener familias fuertes.
  3. Para crear escuelas seguras, compasivas y eficaces. 
  4. Para construir una sociedad cortés, decente y justa.

 

Así mismo, la Biblia en Gálatas 5 nos habla que existe una lucha entre «las obras de la carne» y «las obras del Espíritu».

Por un lado, las obras de la carne son: inmoralidad sexual, impureza, pasiones sensuales, idolatría, hechicería, hostilidad, peleas, celos, arrebatos de furia, ambición egoísta, discordias, divisiones, envidia, borracheras y fiestas desenfrenadas, por mencionar algunas cosas. Mientras, el Espíritu tiene obras de amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad y control propio. 

  • El resultado de las obras de la carne es: muerte, enemistad, decadencia, descomposición, escasez y destrucción.
  • El resultado de las obras del Espíritu traen: vida, unidad, crecimiento, desarrollo, abundancia y construcción.

 

Ambos, son el resultado del fruto. Un fruto que vale porque es bueno y otro que no, porque es malo.

El fruto es lo que vale de un árbol. Jesús, maldijo a la higuera que no daba frutos (Mr. 11:12-14) y nos enseñó que por los frutos conocemos a las personas (Lc. 6:43-44).

Tener carácter significa tener lo que vale, exactamente como un árbol. Un árbol valioso da fruto bueno, rico y delicioso. La Biblia constantemente está comparando la vida del ser humano con la de los árboles; nos llama árboles de justicia, sembrados junto a las corrientes de las aguas y siempre habla del ser humano como si fuera una planta. ¿Qué tipo de fruto estás produciendo?

El contenido del carácter de un ser humano son las virtudes. No importa dónde vivas, cuándo hayas nacido ni en qué momento de la historia. Todo el carácter del ser humano se compone por virtudes.

Algo importante sobre esto es que las virtudes trascienden el tiempo, las culturas y las religiones porque están en el diseño moral del ser humano lo sepamos o no. Son intrínsecamente buenas y tienen prioridad en nuestra consciencia. El amor, la justicia, la diligencia y la bondad siempre serán virtudes sin importar dónde te encuentres. 

Las virtudes son buenas desde un punto de vista objetivo y no subjetivo como el gusto por la música o la moda. Todos reconocemos objetivamente que la generosidad es algo bueno. 

Ahora, hay muchísimas virtudes. Pudiéramos hacer una lista sin fin, pero la Biblia nos enseña cuáles son las importantes: amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad y control propio. 

Según diferentes autores entre ellos historiadores, filósofos y sociólogos, que no son creyentes, pero que son personas muy morales, dicen que el ser humano debe de tener estas virtudes para poder fortalecer el carácter y prosperar como sociedad.

Ya que entendemos qué es el carácter y por qué es importante tener una educación de él, quiero que te plantees la siguiente pregunta: ¿Por dónde empezamos?

La educación del carácter inicia en casa. 

Hay un pensamiento rabínico que dice: «Los padres son personas con poder. El peor error que pueden cometer es subestimar la influencia que tienen».

Como papás, tenemos la responsabilidad de fortalecer el carácter de nuestros hijos, empezando por el nuestro.

Harold Levy dijo: «Se debe de pedir mucho de las escuelas, pero también se debe de pedir mucho de los padres».

Te quiero compartir algunas cosas que me han funcionado a mí como papá y dejar algunas ideas de cómo debes de fortalecer la educación del carácter en casa.

1. Haz del desarrollo del carácter la máxima prioridad

El educador James Stenson, descubrió que los padres exitosos consideran estar educando adultos. Ven a sus hijos como adultos en construcción. Esto significa ver a futuro y preguntarse: ¿Cómo afectará lo que hacemos ahora como padres al carácter de nuestros hijos en el futuro? ¿Qué clase de carácter queremos que tengan nuestros hijos cuando sean adultos? ¿Serán generosos, trabajadores, responsables, buenos esposos, buenos padres?

Nuestro carácter consta de nuestros hábitos. Hacer del desarrollo del carácter la máxima prioridad, tiene que ver con empezar a desarrollar buenos hábitos en casa. ¿Qué tal si empiezan desarrollando juntos el hábito de la lectura? Algo que me funciona mucho a mí, es que antes de terminar el día, pasamos minutos leyendo como familia. Mis hijos son pequeños así que uso libros de su interés y que tengan muchas ilustraciones para mantenerlos atentos.

2. Sé un padre de mucha autoridad 

La Universidad de Berkeley California hizo un estudio para demostrar que la autoridad de los adultos es vital para el desarrollo moral de los niños y adolescentes, siempre y cuando sea ejercida adecuadamente. 

Los resultados fueron interesantes. Encontraron que existen tres tipos de padres: los de autoridad, los autoritarios y los permisivos. 

  1. Los autoritarios son aquellos que dan órdenes y amenazas, pero pocos argumentos racionales.
  2. Los permisivos muestran mucho afecto pero muy poca autoridad.
  3. Los de autoridad combinaban su autoridad con seguridad, argumentos racionales, imparcialidad y amor.

 

Este estudio reveló que los niños más seguros y responsables en el ámbito social tenían padres con autoridad. Además, eran niños seguros, perseverantes, alcanzaban metas y con menos propensión al consumo de drogas.

3. Ama a los niños

El amor es una de las virtudes más importantes y de ella se desprenden todas las demás. La ciencia ha demostrado a través de enormes cantidades de estudios, que el amor hace niños saludables porque los hace sentir seguros, importantes y valiosos.

¿Cómo se demuestra el amor? Pasando tiempo con los niños y brindándoles atención individualizada. Dándonos cuenta que la cantidad de tiempo es tan importante como la calidad (esto involucra planificación). Algo que me funciona de manera personal, es que así como agendo actividades de trabajo, también agendo pasar tiempo con mis hijos. No lo dejo para el final o si me sobra tiempo. 

Además, debemos entender el amor en dos sentidos: como comunicación y como sacrificio. 

 La calidad de nuestro amor a veces se resume en la calidad de nuestra comunicación. La buena comunicación no surge de manera automática, surge porque le dedicamos tiempo a un importante intercambio de experiencias. 

El amor como sacrificio es estar dispuesto a hacer o dejar de hacer por el bien de los niños. Alguien dijo una vez que «ser un padre responsable y amoroso significa ponerte en segundo lugar durante un cuarto de siglo». 

El sacrificio más grande por los hijos es soportar las inevitables pruebas del matrimonio. Lo más importante que pueden hacer los padres por ellos es amarse el uno al otro y permanecer juntos.

4. Enseña con el ejemplo

Nuestros hijos son observadores, utilicemos esta gran capacidad que Dios les dio para que aprendan de nosotros. 

Cuando peleas en tu matrimonio o con alguien más y tu hijo observa, ¿lo haces de manera justa? ¿qué lenguaje usas? ¿pides perdón pronto si estás equivocado? ¿tu molestia te lleva a los golpes? Tu hijo observa todo lo que haces.

5. Gestiona el entorno moral

El entorno está luchando de manera intencional por la atención de tus hijos. Tan sólo Facebook el año pasado desató un escándalo porque fueron descubiertas ciertas estrategias que querían ejercer sobre los niños. 

Tienes que darte cuenta de que no toda la música es apta para ellos, ni todas las caricaturas, ni todas las conversaciones. Hay una constante hipersexualización desde la infancia. Es tu responsabilidad cuidar todo el entorno de tus hijos y poner atención a lo que los ataca. 

6. Usa enseñanzas directas para formar la conciencia y los hábitos 

Debes poner en práctica lo que predicas, pero también debes predicar todo lo que prácticas. 

Enseñanza moral directa: di «por favor» y «gracias». No interrumpas, mira a la persona que te habla, cúbrete la boca. Sí, modales y más modales. 

La enseñanza directa implica explicar por qué algunas cosas son correctas y otras no. ¿Por qué está mal mentir? ¿Por qué está mal hacer trampa?

 Recuerda que educar bien a un niño requiere 20 años de enseñanza constante y otros 10 de repaso.

7. Ejerce una disciplina sabia

En muchas familias, la disciplina es el área que colapsa la formación moral y espiritual. 

Disciplinar con sabiduría significa establecer expectativas, responsabilizar a los niños de ellas, y responder a sus fallos de una forma que les enseñe lo que está bien y los motive a hacer lo correcto. Esto significa que la disciplina debe ser clara y firme, pero no rigurosa. Si siempre gritamos y levantamos la voz, lloramos y nos desesperamos, nuestros hijos temerán a nuestra ira y no se concentrarán en lo que hicieron mal ni en cómo corregirlo. 

La disciplina debe transmitir nuestra seguridad de que nuestros hijos pueden mejorar y debe alimentar su capacidad y disposición para ser buenos; incluso cuando no estemos cerca para regañarlos.

A veces es necesaria una consecuencia disciplinaria para ayudar a los niños a darse cuenta de la seriedad de lo que han hecho y motivarlos a no repetirlo. Sin embargo, a la hora de imponer consecuencias, muchos padres son demasiado duros en un momento de enojo, más tarde se sienten «malos» especialmente cuando los niños se hacen las víctimas y terminan retractándose de lo dicho; lo que socava su autoridad. Una mejor manera de abordarlo es preguntándole al niño: ¿Cuál crees que sea una consecuencia justa para lo que hiciste?

8. Resuelve los conflictos con imparcialidad 

Los conflictos son parte de la vida en familia. Pueden crear enojo y otros sentimientos negativos que deterioran las relaciones. Si los sabemos manejar, pueden proporcionar importantes oportunidades para que las familias se fortalezcan y fomentar el desarrollo de los niños. Una de las formas en las que podemos transformar los conflictos familiares en algo positivo es usando un enfoque de imparcialidad para resolverlos. Un enfoque de imparcialidad consta de tres partes: 

  1. Conseguir la comprensión mutua. 
  2. Llegar a un acuerdo que represente una solución justa para el problema.
  3. Llevar a cabo una reunión de seguimiento para evaluar si está funcionando la solución.

 

9. Ofrece oportunidades para practicar virtudes

Todas las virtudes crecen por la práctica. No crecen con sólo el hecho de mencionarlo. Hay muchísimas formas de dar a los niños la oportunidad de ponerlas en práctica. 

Empieza con responsabilidades de la vida familiar, por ejemplo, limpiar el patio, pasear al perro, preparar comida, cuidar a sus hermanos, etc. Seguido por enseñarles a hacer el mejor trabajo posible en la escuela.

Enséñales a ahorrar dinero y aportar a una causa. Enséñales a ser generosos donando cosas de ellos o sumándose a una causa social donde involucre tiempo y dinero.

10. Fomenta el desarrollo espiritual

La última y más importante. Ayúdalos a conocer a Dios de manera personal. 

Todos los días es una oportunidad para hacerlo. No sólo es llevarlos a la iglesia y que su maestro de escuela dominical haga todo el trabajo por ti. Necesitas involucrarte y ser muy intencional.

Platiquen los milagros que Dios ha hecho en su familia, oren juntos por problemas y situaciones. ¡Sé congruente con tu fe!

Estoy seguro de que estos 10 puntos que te comparto te ayudarán a desarrollar la educación del carácter en tus hijos y por lo tanto vamos a formar una mejor sociedad.

 

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