Cuando tienes un día inusual

¡Comienza el día! Es hora de llegar al salón donde la magia inicia, y la preparación y la anticipación de las actividades que se llevarán a cabo deberán rendir los extraordinarios frutos de la atención, participación e interés de los alumnos. 

Has planeado cuidadosamente tus objetivos. Quieres motivar e invitar a tus alumnos a mostrar todo el interés posible. Traes en tu mente la imagen con la que todo maestro sueña: que todo aquello que has planificado con estrategias y actividades lleve a tus alumnos a aprender.

Sientes un nerviosismo normal, así que entras al salón y el bullicio se apaga poco a poco. Percibes las miradas que se clavan fijamente en la primera indicación que das, preparas tus cosas, sacas los materiales que materializarán tus extraordinarias ideas y comienzas la rutina del día.

Sin embargo, como sabes bien, los días normales no existen. Cada día es impredecible. El conjunto de muchachos, en ese momento, experimenta un cóctel de emociones relacionado o no con actividades escolares. Resulta que toda la planeación se ve saboteada por ese mar de inquietudes, agitaciones y desasosiego.

Es ahí donde todo se detiene y la magnífica preparación se viene abajo. ¿Cómo reaccionar? ¿Qué les dices? ¿Qué ordenen sus cosas? ¿Qué saquen sus cuadernos? ¿Qué repasen lo aprendido en la clase anterior? ¿Ignoras el ambiente y continúas?

La observación es fundamental, la clave que nos marcará la pauta para abordar la situación con empatía y flexibilidad. Nos permitirá descifrar los gestos y movimientos corporales de los chicos pues ¡algo quieren expresar!

Es el momento de dar una breve o tal vez una gran pausa; establecer un ambiente donde la apertura y la confianza impere, donde se puede percibir un maestro empático. Es el momento en que te dispones a escucharlos tan atentamente que no se darán cuenta que el objetivo es llegar a ellos y así poder enseñarles. Es el momento en el que recuerdas lo que dijo George Isaac Brown: 

«Nunca permitirás que las demandas de tu trabajo o del plan de estudios te hagan olvidar que cada uno de tus estudiantes es un ser humano que siente y que piensa».

Hasta entonces y sólo entonces tendrán éxito todos tus esfuerzos por enseñar efectivamente.

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