Cuando meditas en tu propia infancia

La realidad que nos define es que estamos destinados a una vida en abundancia que con los años se va desgastando. Parece que al llegar a nuestra madurez nos encontramos en una vida lejos de la plenitud y con un diseño original a medias, como si estuviéramos caminando encadenados hacia la meta. La buena noticia es que tenemos al Señor de señores que está a nuestro favor para completar su obra en nosotros y nos hace «personas completas».

Sin embargo, la mayoría de las personas no son conscientes de que las cosas que los ayudaron a sobrevivir cuando eran niños son las que impiden el desarrollo como adultos; están dormidos. Mientras nuestros ojos no sean abiertos y no entendamos cómo vemos el mundo y cómo nuestras heridas y costumbres nos moldearon, seremos prisioneros de nuestra propia historia. Cuando leí estos versos en el libro del eneagrama, El camino de regreso a ti, me quedé con el ojo cuadrado (como dicen coloquialmente).

Es imprescindible que todos desarrollemos el autoconocimiento para entender quiénes somos, cómo vemos y reaccionamos al mundo de la forma en la que lo hacemos. ¿Nos conocemos realmente a nosotros mismos? ¿Qué tanto te afecta el pasado en tu presente? ¿Vemos el mundo con nuestros ojos o a través de los ojos de los niños que algún día fuimos? ¿Cuáles son las creencias o aquellas cosas que hay que resolver y que continúan gobernando nuestra vida?

El tigre Toño de Zucaritas decía: «¡Hay un tigre dentro de ti!». Yo diría que todos tenemos un niño dentro. Todos tuvimos una infancia que podemos recordar con orgullo, gracia o sufrimiento. ¿A quién no le gustaría volver a aquel momento donde la mayor preocupación eran cosas como divertirse, jugar a las canicas, los tazos o simplemente abrir el refrigerador para comer algo?

Te comparto algunas de las lecciones que he aprendido en estos días. Quizá te puedan ayudar también.

1. En días pasados tuve una cita con mi esposa y nos hicimos unas preguntas difíciles. No supe cómo reaccionar y mi respuesta fue: «Avanza a la siguiente pregunta». Si tienes esposa, sabes que eso no sucedió… La verdad es que desde que me casé he aprendido a resolver conflictos, principalmente con las personas que más me importan. Los conflictos son parte de nuestro aprendizaje, si los evitas siempre, probablemente aprendiste a rechazar emociones desde la niñez.

2. Hace varios años me invitaron a dar clases de maestría. La materia que me tocó dar se llama Finanzas Internacionales. Era una oportunidad que no podía desaprovechar, hice como que sí sabía y medio me preparé para repetir-leer la información que venía en el plan de estudios. El resultado te lo dejo a la imaginación. Sí, puro estudiante brillante. Ahora que conozco la verdad, me di cuenta de que no puedo dar lo que no tengo y trato de ser congruente adentro y afuera. ¿Habré aprendido esto en mi niñez de manera inconsciente al observar a mis propios maestros?

3. En la primaria me creía Oliver Atom, podía pasar las 24 horas del día con un balón de fútbol, pero era muy descuidado con mi ropa y calzado. En una ocasión mi mamá me regaló una pantalonera la cual rompí en unos minutos y al llegar a casa me regañaron. Actualmente, uso ropa que compré hace más de cinco años. Los buenos hábitos también se forman en la niñez. 

4. Mi primer trabajo fue a los ocho años de edad como empacador en un supermercado. La verdad es que me encantaba trabajar. Disfrutaba mucho esa temporada de mi vida, porque iba caminando junto con un primo mayor y aún recuerdo que las personas me daban mucha propina por verme pequeño. El punto es que desde temprana edad aprendí a exigirme mucho y a concentrarme en los demás.

5. Si eres Millennial, seguramente conociste el «chismógrafo». Yo lo conocí en quinto grado. Es un cuaderno en el que podías encontrar chismes de todo tipo, como por ejemplo: los gustos en comida, colores, pasatiempos de los niños, así como quién les gustaba del salón. Creo que era muy inseguro y ver mi nombre en ese cuaderno me hacía sentir bien y tomado en cuenta; me hacía sentir importante.

Todos tenemos carencias y heridas de la infancia. El primer paso para reconocer y empezar a trabajar esas debilidades es la humildad. Aprender a escuchar tu niño interior es amarte a ti mismo y te ayudará a cerrar las posibles grietas que quedaron abiertas en el camino. ¿Qué cosas buenas aprendimos? ¿Qué nos afectó? ¿Qué episodios nos revelan por qué actuamos hoy de cierta manera? 

Reflexiona en episodios de tu infancia y aprende de ellos. Termino con estas sabias palabras: 

«Nuestro yo original y resplandeciente queda enterrado en un lugar tan profundo que la mayoría de nosotros no vivimos conforme a él. En cambio, vivimos conforme a todos nuestros otros yo, los cuales ponemos y quitamos constantemente, como si fueran abrigos y sombreros, para enfrentar el clima del mundo». —Frederick Buechner.

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