Cómo relacionarte con tus hijos o alumnos

La manera en que nos relacionamos con otros, especialmente con los más pequeños, es algo a lo que debemos ponerle muchísima atención. Esto definirá muchas áreas de la vida adulta que ese niño tendrá en un futuro y le servirá de ejemplo para él mismo relacionarse con otros. Entrevisté a una licenciada en Consejería Bíblica, que también ha sido maestra y, de hecho, es mi madre, y esto es lo que me contó sobre cómo podemos relacionarnos mejor con nuestros alumnos o hijos. Lo que leerás a continuación es un resumen de sus respuestas.

El primer punto para relacionarnos exitosamente lo hemos escuchado miles de veces: tener una buena comunicación. ¿Realmente sabemos lo que implica comunicarse? Comunicarse no se trata solamente de hablar, expresar lo que estás sintiendo o pensando, aunque es una parte importante. Comunicarse requiere de atención, simpatía, e interés. Podemos exponer nuestra visión, sí, pero debemos estar abiertos a escuchar, y a escuchar cosas con las que tal vez no estemos de acuerdo. Debemos estar dispuestos a comprender al otro y ponernos en sus zapatos. Debemos hacer contacto visual, un pequeño detalle que dice algo muy grande: «Te escucho, te pongo atención y me interesa lo que estás diciendo».

Aunado a este punto, para construir una relación, debemos querer conocer a la otra persona. Tus alumnos y tus hijos son seres únicos con ideas, gustos, opiniones y sueños muy diferentes. No debemos de asumir que sabemos todo de ellos y a la vez, es emocionante conocerlos y descubrir estos aspectos de su personalidad. Como adultos, amamos compartir nuestros intereses con otros; ahora imagínate el impacto que tendrá para un niño que su padre o maestro escuche con interés sobre su nueva banda favorita, el libro que está leyendo, o el nuevo idioma que quiere aprender gracias a un programa de televisión que le encanta. El escuchar sin rechazar hace la diferencia.

Ahora, toda relación requiere de invertir tiempo, nuestro tercer punto. En un mundo como el actual, en el que el tiempo pasa volando, invertir diez minutos se vuelve extremadamente valioso. Tal vez somos de los que preguntamos cómo les fue en la escuela, y aunque nuestro interés es real, no nos damos a la tarea de ir más allá del «bien» que seguramente recibimos por respuesta. Debemos interesarnos por sus experiencias y sus perspectivas. Podemos darnos a la tarea de identificar aquellas actividades que disfrutan hacer e involucrarnos y participar en éstas, no sólo ser un espectador. Se trata de identificar lo que es importante para ellos y no dejarlo pasar, sino tomar nota y animarlos a seguir descubriendo sus intereses.

Un punto importante en este proceso de relacionarte con tus hijos o alumnos es estar dispuesto a ser vulnerable. Creo que esto es difícil para muchas personas, porque implica abrir nuestro corazón, cambiar la imagen que alguien tiene de nosotros, o incluso admitir errores de los que no estamos orgullosos. Sin embargo, debemos recordar que, para nuestros pequeños, nosotros somos superhéroes que todo lo pueden y saben. El sincerarte y compartir anécdotas o aspectos de ti mismo que no conocen, puede hacerles ver que tú, al igual que ellos, tienes algún miedo, se te dificulta alguna cosa o has superado algo que ellos ven imposible. Eso los motivará a abrirse y a conectar contigo, pues saben que los puedes entender.

Por otro lado, es importante recordar que toda relación sana debe contar con límites. No se trata de convertirnos en amigos de nuestros hijos o alumnos, pues nuestro rol es como padres o maestros. Establecer límites claros en cualquier tipo de relación asegura mejores interacciones, mejores experiencias compartidas y una mayor armonía en general. El construir confianza con el adulto no es un pase para desobedecer, faltar al respeto a otros, o no cumplir las reglas establecidas en el hogar o el aula. Debemos explicar con claridad qué se permite y qué no se permite dentro de la relación.

Por último, siempre es una buena idea identificar los lenguajes del amor de la persona con la que nos estamos relacionando. Según Chapman, los cinco lenguajes del amor son: palabras de afirmación, tiempo de calidad, regalos, actos de servicio y contacto físico. Debemos tomar en cuenta que la manera en que nosotros demostramos afecto puede ser completamente diferente a la de nuestros hijos y por eso es relevante poner atención. Podría ser que tú como madre expreses tu amor con regalos, pero tu hijo(a) se siente amado cuando pasas tiempo con él o ella. Podría ser que tú como maestro saludes con un abrazo a tus alumnos todos los días, pero tal vez uno de ellos necesita escucharte decir palabras de afirmación.

En resumen, el amor, el respeto y los valores deben aplicar en todas nuestras relaciones. Claro que el relacionarnos nunca es una tarea fácil, pues exige invertir tiempo y esfuerzo. Sin embargo, es una tarea ardua que valdrá la pena. Si conoces a un adulto exitoso es porque seguramente hubo un adulto, como sus padres o algún maestro, que dedicó tiempo a escucharlo, a pasar tiempo con él, a mirarlo a los ojos, que se interesó por sus pensamientos, sentimientos y sueños; alguien que lo hizo sentir apreciado y apoyado. Seamos ese adulto para los niños en nuestras vidas.

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