Cada inicio de ciclo escolar es una oportunidad de invertir

La frase «hacer su agosto» nunca cobró un sentido tan claro para mí hasta que me convertí en padre de estudiantes. Tal vez, para algunos, esta expresión carece de significado, especialmente si vives en otro país. Permíteme compartirte cómo esta frase, tan coloquial en México, cobra vida en el contexto educativo y cómo su comprensión nos puede llevar a un cambio de perspectiva.

«Hacer su agosto» es un término que utilizamos cuando alguien obtiene ganancias notables en un período específico, como en la frase: «La señora de la esquina hace su agosto con la venta de tamales». Yo solía emplear esta frase a menudo, pero nunca entendí por qué se refería específicamente al mes de agosto y no a cualquier otro. ¿Por qué no decimos «hacer su diciembre»? Mi comprensión de esto cambió cuando me convertí en padre de dos niños en edad escolar.

La realidad es que el mes de agosto resulta ser un período caótico para las familias. Se trata de colegiaturas, compra de uniformes, zapatos, libros, útiles escolares y cuotas para padres, entre otros gastos. Agosto es un mes lucrativo para los proveedores de educación, pero también es desafiante para nuestras familias educadoras. Además de los costos, el inicio del ciclo escolar plantea retos más allá de los gastos, como la adaptación de los niños a la rutina, el aumento del tráfico y el equilibrio entre el trabajo y la familia.

A menudo escucho quejas de otros padres sobre lo costosa que es la educación. Sin embargo, quiero proponer un cambio de perspectiva: dejemos de considerar la educación de nuestros hijos como un gasto y comencemos a verla como una inversión. La diferencia entre ambos conceptos radica en los beneficios que obtenemos de los recursos que egresamos.

Gasto vs Inversión

Un gasto es el desembolso de recursos como dinero, tiempo y esfuerzo que no generan un retorno financiero ni aumentan el valor de esos recursos. Los gastos son necesarios para satisfacer las necesidades diarias, pero no buscan generar ingresos adicionales ni aumentar la capacidad productiva.

Por otro lado, una inversión implica utilizar esos mismos recursos con la expectativa de obtener beneficios futuros. Comparémoslo con una situación simple: gastar dinero en entretenimiento o ropa versus invertirlo en un fondo con rendimientos. Al invertir, tu dinero no sólo se mantiene, sino que crece, generando un beneficio adicional, mientras que sólo gastarlo genera una satisfacción momentánea pero muy efímera.

Esta analogía se aplica a la educación. Aunque pagar colegiaturas, uniformes y libros pueda parecer un gasto, en realidad es una inversión. La educación es una inversión que ofrece rendimientos al infinito. Aunque no veamos los beneficios de inmediato, las habilidades y conocimientos adquiridos generarán resultados en el futuro.

Permíteme compartir una experiencia personal. En México, sólo alrededor del 5-7% de la población habla inglés. Aquellos que dominan este idioma tienen mayores oportunidades. Cuando entré a la universidad, no hablaba inglés fluidamente. Decidí invertir en mi educación, lo que me llevó a estudiar en el extranjero. El costo de aprender inglés se ha multiplicado en oportunidades a lo largo del tiempo, y lo que invertí se ha convertido en ganancias incalculables.

Cambiemos nuestra forma de pensar: la educación no es un gasto, es una inversión. Hoy nos sacrificamos para asegurar un futuro mejor para nuestros hijos. En este proceso, estamos moldeando líderes y agentes de cambio. 

Siempre que pienso en la visión que tenemos para los estudiantes que usan LAM, es imposible no remontarme a la historia de Daniel y sus amigos, porque es justo lo que queremos hacer: desarrollar una generación como la de Daniel, quien, en comparación a los otros consejeros reales, fue calificado como 10 veces mejor (Dn. 1:17-21). Dentro de esta historia, reflexiono mucho en el papel que tuvieron los papás detrás de estos muchachos ejemplares, ya que lo que los hizo llegar al palacio real fue que habían invertido en la educación de sus hijos. Ese fue el diferenciador para que pudieran llegar delante del rey. Nuestra labor como papás es, a medida de nuestras posibilidades, invertir en la educación de nuestros hijos; Dios honrará eso y Él se encargará de llevarlos a las posiciones claves para influir sobre esta sociedad. 

Te dejo esta pregunta para reflexionar: ¿Estamos invirtiendo lo suficiente en la vida de nuestros hijos o nos estamos quedando cortos?

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