A aprender se aprende aprendiendo; a enseñar enseñando

Por mucho tiempo se ha pensado que la educación es parte del sector político y que por ende los gobiernos son los primeramente responsables de asegurar una educación de calidad. Esa idea no está errada en tanto que los gobiernos sí deben propiciar la educación de sus niños y jóvenes, a través de la canalización de los recursos públicos para la formación de programas, libros de texto, escuelas, docentes, etc.; pero pensar que éstos son los principales responsables de la educación de «nuestros» niños y jóvenes podría traer como consecuencia (y tristemente ya ocurre) el deslindamiento por parte de los padres de familia y la iglesia. 

La Real Academia Española define «educación» como la «crianza, enseñanza y doctrina que se da a los niños y a los jóvenes». Es una definición muy completa que abarca las tres alianzas que deberían estar estrechamente vinculadas para lograr una educación integral: padres-hogar (crianza), maestros-escuela (enseñanza) e iglesia-palabra de Dios (doctrina). ¡Hablar de educación nos involucra a todos!

Nuestros niños y jóvenes están rodeados de situaciones de aprendizaje y de recursos para aprender en todo momento. Los agentes de la educación: padres, maestros y pastores, debemos propiciar la educación en todo tiempo:

  1. Haciendo uso hasta del más simple recurso como nuestra imaginación, el aire, las hojas que caen de un árbol, los guisantes que usamos para preparar la comida, el cielo, las semillas que le sacamos a la fruta, una hoja de papel, una piedra, entre otros.
  2. Aprovechando las distintas situaciones de aprendizaje de la vida cotidiana como la visita al médico, la estancia en un parque, la hora del baño, los tiempos de pruebas, los recesos, las charlas informales, en fin. 

 

¡Cualquier momento es bueno para aprender!

Como podemos apreciar, no se necesita ser un experto para enseñar, por naturaleza somos seres que muy adentro tenemos la necesidad de compartir lo que aprendemos. Dios nos puso un corazón de padres, de maestros y de pastores para dirigir a nuestros niños así como Él lo hace con nosotros: nos ama paternalmente, nos enseña Su palabra, nos instruye como a ovejas para conducirnos al camino de la eternidad. Nos hizo a Su imagen y semejanza a hombres y mujeres: «Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios; hombre y mujer los creó» Génesis 1:27, y por tanto debemos confiar en que contamos con los recursos necesarios para realizar la obra que nos encomendó: educar a nuestros hijos. 

Todo padre que ama a sus hijos clamará por dirección de lo alto para instruirlos en la verdad. Todo maestro que ama a sus alumnos pedirá la sabiduría para enseñarles de una forma integral. Todo pastor que ama a sus ovejas solicitará el discernimiento para conducirlas al conocimiento de Dios.  ¡La clave está en amar e involucrarse!

Una forma de involucrarnos más en la educación de nuestros niños y jóvenes es capacitándonos en temas educativos. No importa el cargo que tengamos, siempre hay algo nuevo que aprender para realizar nuestros roles de mejor manera. Hemos escuchado el dicho: «a caminar se aprende caminando; a amar amando». Podríamos decir que «a aprender se aprende aprendiendo; a enseñar enseñando». La enseñanza y el aprendizaje van de la mano. Si somos seres que tenemos el cargo de enseñar, entonces también tenemos el de aprender.

Algunos consejos para alimentar más tu deseo de seguir aprendiendo:

  1. Rodéate de personas que sepan más que tú.  De esta forma nos podemos dar cuenta de que no sabemos todo y de que lo que sabemos podría ser lo mínimo. Al rodearnos de gente experta nuestro deseo de aprender más se incrementará.
  2. Atrévete a emprender en áreas desconocidas. No hay mejor manera de aprender que enfrentar cargos o tareas antes no realizadas. Al estar en el ruedo y con la responsabilidad de entregar algún proyecto o tarea no nos quedará de otra más que aprender y volvernos expertos. Si antes no hacías dinámicas con recursos digitales por ejemplo, comprométete con tus alumnos a llevarles un juego digital interactivo y vuélvete un experto en este ramo.
  3. Da tu tiempo para instruir a otros. Aprendemos para mejorar nuestro desempeño; pero también para enseñar a otros. Por ejemplo, si tomó un diplomado de estrategias de enseñanza-aprendizaje, o de herramientas digitales para enriquecer sus clases, compártelas con tus colegas. Al ayudarlos a ellos contribuirás a que más niños sean bendecidos con una educación de excelencia y tú querrás saber más para enseñar más.
  4. Mantente informado de los eventos educativos de tu localidad, país y del resto del mundo. Mantenernos en contacto con los líderes educativos de nuestra localidad, nación e incluso del resto del mundo, nos mantendrá informados sobre las novedades respecto a talleres, seminarios, congresos, conferencias, encuentros, maestrías, doctorados, diplomados, entre otros, mismos que nos ayudarán a capacitarnos de forma continua. En la medida de lo posible participa en algunos de ellos. Después de escuchar y aprender de los expertos no seremos los mismos, nos sentiremos retados a darnos aún más de lo que ya nos hemos dado.
  5. Nunca olvides la misión y la visión del educador. Es importante que siempre recordemos que como padres, maestros, pastores o hijos de Dios, estamos escribiendo el futuro de las próximas generaciones y que es Dios mismo el que nos está guiando a usar la educación como medio para formar a los futuros transformadores.

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