Como adultos tenemos la idea errónea de que el aprendizaje es meramente escolarizado, y que el tiempo en que los niños están fuera de la escuela, no están aprendiendo. Pero ahora sabemos a ciencia cierta que, paradójicamente, el momento en el que el cerebro de los niños está más abierto al aprendizaje es entre los 0 a los 4 años, justo antes de que comiencen la etapa escolar.
Sabemos también que, el diseño perfecto de Dios en los niños es que ellos quieren y les gusta aprender, es por ello, que no tenemos que convencer a los niños para que quieran explorar y hacer preguntas, es algo natural en ellos; lo que sí podemos hacer como adultos y facilitadores del aprendizaje, pero sobre todo, como buenos administradores de los niños que Dios ha puesto a nuestro cargo, es proveer diversas experiencias y potenciar su capacidad de aprendizaje. Existen cosas que como adultos podemos hacer, y dejar de hacer, para ayudar al cerebro de nuestros niños a aprender con mayor capacidad.
En este artículo quiero compartirte 5 maneras en las que puedes promover el aprendizaje:
1) Permitir que los niños exploren
Muchas veces como mamás o maestras, estamos muy preocupadas por la limpieza del niño, de su ropa y de su área de trabajo, lo cual no está mal, pero nunca debe ser más importante que procurar el aprendizaje y la exploración. Por ello creo importante que haya tiempo para cada cosa: tiempo para ensuciarse y tiempo para asearse. Estas actividades de exploración no tienen por qué ser ostentosas o costosas. Por ejemplo, no existe mayor experiencia sensorial (¡y muy económica!) que un niño pequeño jugando con tierra, con agua, o con ambas.
2) Tocar, tocar, tocar
No tiene ningún sentido explorar sin poder usar las manos para tocar. Recuerdo que cuando era niña se nos decía constantemente «no agarres eso», «no toques aquello» y escucharlo tantas veces pronto provoca que tu curiosidad natural de niño se vaya apagando. María Montessori entendía, de forma muy revolucionaria para su tiempo y mucho antes de que la neurociencia lo confirmara, que las manos son el instrumento más importante para el aprendizaje.
El problema es que el adulto está muy preocupado porque las cosas no se rompan o el niño no se dañe. Por ello es tan importante que, como adultos que entendemos que el niño merece honra, (y honra muchas veces significa evitar que el niño escuche todo el día «no puedes hacer esto», «no puedes tocar eso», «no, no, no»), ofrezcamos a nuestros niños lo que Montessori llamó un «ambiente preparado», es decir, un ambiente donde los objetos se ubiquen a su altura y tenga herramientas que pueda utilizar sin la ayuda de un adulto (pero sí con su supervisión) que le permitan adquirir nuevas habilidades.
3) Tener una buena alimentación
Ahora sabemos que la frase «somos lo que comemos» es 100% real y que todo lo que ocurre en nuestros intestinos está estrechamente relacionado con nuestro cerebro, y nuestro cerebro con el aprendizaje. Por ello es sumamente importante que la base de la alimentación de nuestros niños sea de alimentos naturales y de todos los grupos: frutas, verduras, cereales, proteínas y grasas buenas.
La azúcar refinada, los edulcorantes, los colorantes artificiales y los alimentos ultra procesados son considerados por los expertos como los enemigos del cerebro de los niños y, como adultos responsables que honramos a nuestros niños, es nuestra responsabilidad proveer la alimentación balanceada y nutritiva que su cerebro necesita para aprender.
4) Sueño suficiente
Los niños pequeños necesitan dormir suficientes horas para que su cerebro pueda funcionar de la mejor manera en procesar todos los estímulos e información que recibe durante el día. La Academia Americana de Pediatría recomienda que los niños de entre 3 a 5 años duerman un promedio de 10 a 13 horas diarias y los niños de 6 a 12 años, un promedio de 9 a 12 horas para funcionar de la mejor manera.
Como padres es nuestra responsabilidad cuidar que estas horas se cumplan y provocar las rutinas necesarias para que nuestros niños puedan dormirse temprano y cumplan de forma correcta con su «cuota» de horas.
5) Menos pantallas
Otra recomendación que nos da la Academia Americana de Pediatría es que antes de los 2 años los niños no tengan exposición a pantallas, y sólo a partir de los 2 años se comience dicha exposición con contenido de calidad, únicamente por periodos cortos de tiempo. El uso desmedido de pantallas en edades tempranas afecta áreas importantes como la cognición, el lenguaje, la autorregulación, el sueño, la conducta y, por lo tanto, el aprendizaje.
Soy mamá, y sé que no es fácil cumplir con todo esto, menos en una época en la que como mamás hacemos demasiadas cosas a parte de maternar, y no significa que de cuando en cuando no podemos ofrecer alimentos procesados o azucarados, o podemos dormirlos más tarde o podemos dejarlos ver una película. La invitación es a que seamos intencionales en lo que hacemos con nuestros niños, que cada semana busquemos ofrecer actividades en la naturaleza o en casa donde nuestros pequeños puedan explorar y tocar, que les hagamos parte de actividades cotidianas en casa, que no dejemos a la casualidad el que los niños quieran dormirse temprano (porque eso jamás va a pasar), sino que busquemos estrategias y rutinas para hacer que suceda y así lograr que descansen correctamente.
Creo que cuando comprendemos realmente el gran valor que tienen nuestros niños, no nos pesa el esfuerzo que implica otorgarles un ambiente especialmente preparado para ellos. Ofrezcamos una buena alimentación, hagamos rutinas de sueño saludables y demos pantallas de forma esporádica y con contenido de calidad. Cada esfuerzo de nuestra parte va a valer la pena para que nuestros niños reciban todo lo que su cerebro y su corazón necesita para desarrollarse de la forma más sana posible y el día de mañana se conviertan en hombres y mujeres que fueron honrados y que por tanto, sabrán honrar a Dios y a los demás.