El ambiente en el salón de clases es uno de los elementos más importantes y esenciales para desarrollar. Es un reto diario y cada día hay una curva de aprendizaje al respecto. Por eso, la inteligencia emocional debe estar incluida en ese ambiente óptimo que cada maestro desea y debe tener.
Según estudios, las generaciones que hoy tenemos en nuestro salón de clases responden a una circunstancia histórica que se resume en la «expansión masiva de internet». Esto da como resultado la irreverencia.
La irreverencia puede definirse como la falta de respeto, cuando no se reconoce la autoridad y se rompen las reglas impuestas por esa autoridad.
Lo complejo de esto es la pérdida o desconexión de la realidad que están teniendo los niños y jóvenes por tanto estímulo tecnológico.
¿Cómo podemos combatir esta circunstancia?
Aplicando la inteligencia emocional como un regulador, tanto a favor de ellos como de nosotros.
La inteligencia emocional es el modo adaptativo e inteligente sobre nuestras emociones como en nuestra interpretación de los estados emocionales de los demás.
La definición se ve muy atractiva, pero ponerla en práctica como maestros y enseñarla día a día a los alumnos es un reto constante.
¿Cómo hacerlo?
1. Conciencia de uno mismo. Ayudamos al niño a reflexionar sobre lo que siente y por qué se siente así.
2. Gestionarse a sí mismo. Le enseñamos a regular o controlar lo que siente pero a su vez lo impulsamos a cumplir metas, etc. Eso le hará sentir que es capaz.
3. Empatía: Le mostramos cómo pensar antes de actuar; los llevamos a reflexionar sobre cómo se sentiría su compañero si hago algo que lo afecte.
4. Habilidades sociales. Modelamos la resolución de conflictos y cómo tener comunicación clara, capacidad de expresar y escucha activa hacia los demás.
Cada una de estas pueden hacer un cambio increíble en el salón de clases y podemos enumerar muchas actividades que refuerzan estas habilidades.
Ahora, quiero mencionarte dos actividades que pueden beneficiar la convivencia y relación entre compañeros:
1. El tan conocido «semáforo». Sí, así es, ese semáforo que en muchas ocasiones como adultos pasamos casi en rojo a toda velocidad con nuestras emociones. Hay muchas maneras de presentarles a nuestros alumnos este semáforo. Podemos colocarlo de manera visual en el salón para que lo recuerden a diario, entregar de manera individual a cada uno y que esté presente en su escritorio; colocarlo en la agenda del alumno y realizar un reporte semanal de qué tan frecuente utilizaron el semáforo.
2. La mesa de paz. Esta es una actividad bastante interesante que se ha utilizado por muchos años en nuestra escuela modelo, ILAP. Ellos lo han implementado desde Preescolar y realmente ha sido un éxito. Te explico cómo funciona:
Primero buscas un pequeño espacio en tu salón de clases en donde puedas colocar una mesa y dos sillas, la idea es que sea para dos personas. Puedes colocarle un mantel y colocar un pequeño florero, buscar adornar un poco la mesa. Esta mesa será el lugar en donde los alumnos o incluso tú como maestro podrán resolver conflictos.
Lo ideal es que en la mayoría de resolución de conflictos estés presente o atento(a) de cómo se resuelve el tema.
Lo importante de esto es enseñar a los alumnos a pedir perdón, perdonar y hablar sobre aquellas cosas que no nos hicieron sentir bien. Esto abrirá la oportunidad a enseñarle a los niños a expresar aquello que sienten de la manera correcta y encontrando solución a toda situación que se presente dentro y fuera del salón de clases.
Recuerda que nuestro objetivo principal es que todo lo que enseñamos en el salón de clases pueda trascender hacia la vida diaria del alumno.
En el siguiente artículo sobre Inteligencia emocional hablaré específicamente de cómo podemos regular nuestras emociones y prepararnos para ser ese ejemplo que los alumnos necesitan dentro del salón de clases.
